You Raise Me Up.

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V.

— Izuku, ¡mi amor!

Escuché el grito de mi madre retumbando por toda la sala de espera. Me levanté de mi asiento y alcé mi brazo derecho para que pudiera encontrarme entre el mar de gente que había ahí.

— ¿Qué diablos fue lo que pasó? ¿Qué estabas haciendo?

— Tranquila mamá, estoy bien. Solo me tropecé al comprar algo, ya estoy bien.

Me rompía el corazón verla llorar. Odiaba demasiado ver a mi mamá así, tan preocupada y llena de pánico. Le acaricié la mejilla y le di un abrazo para poder tranquilizarla, provocando que mi mentón rozara ligeramente con su hombro y, aunque intenté no alarmarla más, no pude evitar gemir de dolor.

— ¿Cómo te sientes? ¿Qué fue lo que dijo el doctor? ¿Fue grave?

— Tranquila. Detuvieron el sangrado y me limpiaron la herida. Sacaron unas radiografías únicamente para confirmar que el hueso estuviera bien y pudiera irme a casa.

Acarició con suavidad mi herida ahora cubierta con una venda y me miró como si fuera una muñeca de porcelana, tan frágil. Dirigió su mirada detrás mía y se limpió las lágrimas que aún quedaban en su rostro. Había olvidado que Uraraka seguía ahí conmigo.

— Perdona que no me haya presentado primero, tú eres Uraraka Ochako, ¿no es así?

— Un gusto señora. Aunque lamento nos hayamos conocido en una situación así.

Pude notar un toque de tristeza en su voz. No quiso hablar mucho conmigo una vez nos quedamos en la sala de espera, aunque tampoco es que hubiera mucho qué decir. Aún no termino de comprender qué fue lo que sucedió, y creo que ella tampoco.

— Te estaré eternamente agradecida de que hayas traído a mi pequeño hasta acá, además de seguirle acompañando en lo que yo llegaba.

— No tiene que agradecer, estoy segura de que Izuku-kun hubiera hecho lo mismo por mí.

Hubo un incómodo silencio después de ello. Aunque bueno, no la culpo. El conocer a la mamá del chico con el que recién sales, en una situación como esta, es algo que ni en ocho vidas pudieras imaginar. Suspiré en un intento por llenar de algún sonido el tenso ambiente recién formado.

— ¿En qué momento te darán tus resultados, mi cielo?

— No deben tardar, dijeron que en una media hora podían estar listos —le respondí con suavidad mientras tomaba asiento. Por alguna razón me sentía ligeramente mareado.

— Yo creo debería retirarme, no quisiera molestar —mencionó tímidamente Uraraka, me sentí terrible por arruinar nuestra salida de esta manera.

— No eres molestia querida, aunque tampoco quisiera retenerte aquí. Estaría bien que también regresaras y descansaras un rato después de tantas emociones fuertes.

Uraraka asintió y le regaló la mejor sonrisa que pudo darle a mi madre. Se despidió de nosotros, no sin antes pedirme que le mandara mensaje con los resultados que me dieran. Asentí en respuesta. Mientras la miraba alejarse, no pude evitar soltar una pequeña lágrima, la cual intenté disimular lo mejor posible frente a mi madre. Suspiré y tomé asiento en el lugar que dejó vacío Ochako, mientras mi madre tomaba mi asiento.

Después de un momento de silencio, donde solo estuve recargado en el hombro de mi madre viendo a la gente pasar por ahí, nos llamaron de un consultorio para darnos los resultados de aquellas radiografías sacadas a prisa.

— De acuerdo, la buena noticia es que el hueso no se vio afectado gravemente por la caída, únicamente es cuestión de limpiar y cuidar bien de esa herida —dijo el amable doctor, mientras tomaba asiento y anotaba algunas cosas en una pequeña receta.

Eternal | KatsudekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora