Don't you worry, child.

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XI.

— Hay algo importante que debo decirte, pa.

Recibí dos miradas sorprendidas al terminar la oración, una de ellas mezclada con una ligera tristeza, seguramente al intuir a lo que me refería.

— ¿Qué pasa, Izuku? ¿Pasó algo en la escuela? —silenció la televisión y giró a verme.— Tus exámenes finales son la próxima semana, ¿verdad?

— Sí, pero la escuela no es problema.

— ¿Qué es entonces? ¿Te pasó algo? —vi a mi padre girar rápidamente en dirección opuesta a mí.— ¿Hay algo que no me contaste, Inko?

Vi a mi madre encogerse ligeramente en el sillón en el que estábamos. Semanas antes le había pedido que por favor no le contara nada a papá, que no veía correcto contarle algo así de importante por videollamada.

Tomé la mano de papá para recuperar su atención nuevamente.

— Es... complicado de explicar. Pero te pido que me escuches hasta el final, por favor.

Vi preocupación en aquel masculino rostro. Giré a ver a mi mamá y le regalé una sonrisa, en señal de que estaba listo para esta charla con él.

Empecé contándole desde aquellos pequeños síntomas insignificantes para mí y la cita que tuve con Uraraka, donde terminé yendo al hospital. Conté sobre los análisis que hicimos ese día, también todo lo que aquel doctor nos comentó al darnos los resultados.

A pesar de haberme mentalizado tantas veces para esta charla, mi voz se quebró al momento de explicarle a detalle mi enfermedad. Vi en su rostro aquel gesto de confusión que seguramente nosotros también pusimos en ese cuarto de hospital.

Suspiré para hacer una pequeña pausa y detener las lágrimas que luchaban por salir.

— No entiendo, esta enfermedad... ¿qué la provoca? Debe haber alguna causa específica.

— De momento no la hay, sigue siendo una incógnita para el campo médico.

Mi madre se acercó aún más a ambos, sujetando con fuerza la mano libre de mi padre. No había necesidad de que ella levantara su rostro para saber que estaba llorando, aquel ligero temblor en su cuerpo la delataba.

— Pero hay una cura, ¿no es así? —la voz masculina interrumpió mis pensamientos.— Medicamento, rehabilitación, cirugía... Hay algo que podemos hacer, ¿verdad?

Negué con la cabeza mientras intentaba esconder mi rostro bajo mi flequillo. Apreté con fuerza la mano de mi padre de manera inconsciente y nos sumergimos en un tenso silencio. Fue mi padre quien se encargó de romperlo unos minutos después, al levantarse rápidamente del sillón y dar unos pasos hacia la pequeña mesa que estaba frente a los tres.

— ¿Qué clase de estupidez es esta? —soltó en un grito, dándonos la espalda todavía.

— Cálmate, cariño —mi madre se levantó y apoyó su mano en su hombro, pero él la alejó con una suavidad increíble, a pesar de lo furioso que se escuchaba.

— ¿Cómo puedes pedirme calma después de enterarme de que mi hijo tiene una enfermedad que lo va a destruir poco a poco?

Los tres guardamos silencio. No encontraba algo que pudiera decirle para aminorar el peso de la noticia, y estoy seguro de que aquella nerviosa peli verde se encontraba en la misma situación.

— Debe haber algún error en el diagnóstico —papá finalmente se giró para observarnos a ambos.— Esas cosas pasan, ¿no es así? Deberíamos buscar una segunda opinión.

Eternal | KatsudekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora