Can I Call You Tonight?

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XXII.

Dos semanas pasaron y yo volví a clases, aunque esta vez dependía casi en su totalidad de mis dos mejores amigos. Comencé a utilizar la silla de ruedas para mayor movilidad por mí mismo, pero las infinitas escaleras me hacían casi imposible el ser independiente de ambos.

Provoqué algunos problemas con mi regreso, pues la mayoría de la ocasiones atrasaba las clases al llegar tarde por los cambios de salón. Intenté comer menos y disminuir la cantidad de líquido que ingería para evitar ir al baño tan seguido, pero mis amigos me decían que siguiera con mi rutina normal, que ellos estarían para apoyarme en todo lo posible.

Sé que estoy siendo egoísta y tal vez un poco cruel con ellos, pero asistir al instituto como cualquier otra persona normal es una de las pocas cosas que brindan estabilidad a mi vida.

A pesar de que el club de música era otra de ellas, cada día que pasaba evitaba más el regresar allí. Moría de ganas por ver a Kacchan y a los demás, pero no sabía con qué derecho podría simplemente entrar al salón como antes. Muy en el fondo sentía que no merecía estar ahí con ellos, aunque gracias a la rehabilitación, mi tiempo libre para lamentarme por ello estaba bastante reducido.

Fue exactamente un 21 de marzo que decidí dejar todos mis miedos atrás. Opté por dejar de llorar y lamentarme por mis errores, tomar mi celular y marcarle de una vez por todas.

Estaba tan nervioso que mis manos temblaban al punto de dejar caer el aparato varias veces antes de concretar la llamada, por lo que decidí dejarlo en el escritorio y ponerlo en altavoz. Con cada bip que resonaba en la habitación mi corazón latía con mayor fuerza, pero al escuchar un suave "sí" como respuesta, sentí que este se detenía en su totalidad.

Después de tanto tiempo, y a pesar de que siempre preferiré escuchar su voz en persona, oírlo a través del celular tuvo el mismo efecto en mí que si hubiera consumido una caja completa de éxtasis.

No, estoy seguro de que sus efectos, o los de cualquier otra droga, jamás se podrían llegar a comparar con lo que estaba sintiendo en estos momentos.

— Ho-hola Kacchan...

Maldije en silencio mi tartamudeo, quería mostrarme seguro al hablar con él para incrementar mis posibilidades de recibir su perdón, pero mi propio cuerpo no parecía ayudar.

— Deku —pude notar cierto toque de frialdad en su voz, aunque internamente me sentí un poco mejor al escucharle llamarme por un apodo y no por mi nombre.

— Cuánto tiempo... —un ligero 'mmh' se escuchó del otro lado de la línea.— Lamento molestar.

— Nunca molestas, nerd.

Reí un poco. A pesar del tiempo Kacchan nunca cambia.

— Quisiera pedirte perdón... por todo.

— No tienes que hacerlo.

— Claro que sí —lo interrumpí.— Fui un completo imbécil al alejar a todos de mí, ninguno de ustedes merecía tal trato después de todo el apoyo que me brindaron.

No hubo respuesta, solo una suave respiración se lograba distinguir del lado contrario de la línea.

— Después de saber que la enfermedad tuvo un importante avance, traté cualquier cosa con tal de tener más tiempo —retomé mi disculpa algo temeroso de arruinarlo, pero si esta iba a ser la última vez, quería ser totalmente honesto con él. — Pero aprendí de la peor manera que no sirve de nada comprar más tiempo si no tienes con quién compartirlo.

Jugué con mis dedos como reacción al nerviosismo que sentía en ese momento. Mis palmas sudaban, mi corazón volvió a acelerarse, pero sabía que, si no lo decía todo ahora, probablemente no tendría otra oportunidad.

Eternal | KatsudekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora