Miserere Magno

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-I-: Animi Cruciatus

Del sonrojo que inunda mi semblante descompuesto,
podré decir que las brasas de la fragua de Hefesto,
me han quemado la piel,
la piel de un desapuesto,
pero ante todo verdugo abyecto,
que ha osado cortar los hilos,
con los que se borda el Teatrum Mundi,
flor del Nilo, cortejo y pompa de las Frondas alturas,
en las que ni catalejo ni sonda,
ahondan
por ser celeste espesura.

Señor, no me corrijas con ira,
no me castigues con cólera,
la conciencia es perlífera,
cuando mira a Dios sin tiramira
más allá de la bóveda.
Es ahí cuando inspira franqueza y un largo etcétera.

Tengo el alma en delirio,
y tú, Señor, ¿hasta cuándo,
hasta cuando estarás en esta inopia?
Mis palabras son una palinodia e himnodia,
¿por qué entonces te producen discordia?
Señor, sálvame, sálvame, por tu gran misericordia.

Estoy agotado de gemir,
mis ojos se consumen irritados,
envejecen por tantas contradicciones,
¿adónde podré ir
si el Señor me apartase de su lado?
No tengo otras opciones,
sino esperar a que Él escuche mis oraciones,
y no me deje rezagado.

A voz en grito clamo al Señor,
a voz en grito suplico al Señor,
desahogo ante él mis afanes,
expongo ante él mi angustia,
mientras me va faltando el aliento,
y mi piel envejece y se enmustia.

Me asusta, pero mi alma se enclaustra,
soy una pirausta
que vive en el fuego del Corazón Inmáculo,
en sus pináculos,
apegado a sus ventrículos, sus venas y sus arterias.
Profeta, rey y sacerdote,
con la filacteria de la humildad
hasta la miseria.

II- La Jeremíada

Recorre todo el Santo y Electo
entre alcazabas de Canaán,
Baluarte Diáfano y Predilecto,
y marca una Señal en la frente de los huérfanos,
que ha dejado Efraím.

Matachín de escándalo,
con el dedo índice se hace partícipe y cómplice,
diciendo del inocente: "Mátalo",
y a su vez con el corazón reza a un Dios diáfano.

Él gira hacia abajo el pólice,
reza en los ábsides,
pero, ¡no mueva vos el meñique
cuando el pobre le suplique!

Como necios,
han sacado a Dios el dedo de en medio,
creyendo que pueden arremeterle asedio.

Reconoce que estás en un grave aprieto,
¡ponte pulcro!
emites olor fétido,
yo lo huelo.

Cristo necesita absolverte
bajo el secreto arcano del clérigo,
antes el óbito, que a cualquiera se muestre,
guardados sea el sigilo hasta el sepulcro.
El único que lo sabe,
y no en virtud suya,
será enterrado con todos ellos,
constructor de pirámides,
y Ladón de las Hespérides
sirviente del Cordero
que se halla bajo degüello.

Entonemos el Miserere,
canto con el que se adhiere la contritio,
el Logos vomita a los tibios,
ante él nadie es nidio.
Sus ojos son de vidrio porque no se salvará toda su prole,
es Amor,
pero no pasará por alto que su Ley se viole.
Toda boca habrá de llamarle Señor.

Todos pereceréis de la misma manera,
si no os convertís,
dijo el Rabí,
-al que este mundo considera baladí-,
y esto se aplica a cualquiera
otrosí, pues, referenciando el siguiente revés, dijo:
¿acaso eran más justo los que murieron en el derrumbe de Siloé?
Fácil de explicar, no es un quesiqués.

Cada ser humano es un descortés y un magancés,
que nada puede hacer sin que Dios fuerza le dé,
y cuando sus fuerzas flaqueén,
pues su naturaleza es caída
de la cabeza a los pies,
ha de buscar al que de Dios es pleités,
ni estrellas ni hados,
ha de buscar al Dios,
del que ha de ser bravo esclavo.

¡Mira los clavos!
¡Mira la cruz, madera de andamio, que alcanza el cielo estrellado!
¡La corona del Rey hace mella en su cráneo!
Todas las flores tienen espinas,
¡Imagina como es la corona de flores del Rey de la Vida!

Entonemos el Miserere:
Señor, lava del todo mi delito,
limpia mi mácula,
cometí la maldad en tu presencia,
contra ti solo pequé,
y como "Lupus in fabula",
al pronunciar estos versos,
viene hacía mi cuerpo indefenso,
y mi alma párvula y sonámbula,
entre ruido y ajetreo el Rey del Universo,
estrechándome en sus brazos,
con una sonrisa que cala hasta la médula.
Es en ternura inmenso.

"Sí, creo", esta es la fe que profeso,
hagamos "tábula rasa" con las aguas del Leteo,
Penitencia, confesión, alma al desnudo,
en los fríos bosques de Yggdrasil,
planeo hacerme mudo,
desprenderme de este escudo
de carne pueril y que no me lleve Caplán.
Las ramas hacia el Parnaso me conducirán,
mientras escucho el himno infantil,
que dormirá mis miembros,
en el fracaso de Adán.

Ceniza sobre nuestras cabezas,
¡Alabémosle en este sacrificio!
Corrijamos aquello que por ignorancia hemos cometido,
(pues hemos guardado distancia,
y sentido el inconmesurable vacío,
que supone buscar sedientos el rio,
y toparse con una ciénaga de repugnancia).
No sea que sorprendidos por el día de la muerte
busquemos en vano,
el tiempo que hemos pecado contra ti.

Entonemos el Miserere,
el sacrificio agradable a Dios:
un espíritu quebrantado.
Eso enseñará a los malvados tus sendas,
ellos a quienes el cuerpo arrendas,
y quienes convirtieron este en una Babilonia,
a cualquiera endemonian,
¡que a cualquiera de ellos el Infierno no les sorprenda!
Carroña del Diablo y su ponzoña,
hoy placer, mañana todo se trunca,
volverán en un día, un año, o quizás nunca.

III- Pater Noster

Entonemos el Miserere,
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu,
el mosto en vino, y el vino en sangre,
este es el ímpetu.

Mediante las obras de caridad y penitencia,
-como Nínive,
cuando Jonás afrontó su menester,
aunque luego los señalaría con acusador índice,
como Ester cuando supo que su pueblo
iba a ser sujeto de catástrofe,
como Daniel cuando reflexiono sobre la ruina,
que iba a advenir sobre Jerusalén-
dominaremos las malas inclinaciones,
y limpios de pecado,
mereceremos celebrar piadosamente,
y llenos de regocijo,
la Pasión de tu Hijo.

La lava vaticina naciones nescias,
ciastéis, (de) teista a ateo,
(el) óbito tocará (vuestra) rama maestra,
estrado dorado,
(te) domeñarás (con),
rasgado dolor.

Entonemos el Miserere,
Señor, por tu bondad,
favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén,
la Ciudad Santa vencerá sobre Abaddón,
y su valle de Hinón,
vencerá Siquém sobre Babel,
Israel sobre Egipto
Efraín sobre Edom,
Jacob sobre Roma,
Sión sobre Sodoma,
el cíngulo sobre la soga,
el arca sobre el ídolo,
el amor sobre la tiranía
los humildes sobre los frívolos,
y la tilde sobre la herejía.

CoseVenas (Poemario Gótico-Católico) (COMPLETADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora