En Mi Lecho De Muerte

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Nacimos y nos eclipsamos,
no dejamos señal de virtud,
nuestra maldad nos consume,
eso se asume,
pero Cristo es nuestra plenitud.
¡Que suave perfume!
Aunque es aroma de muerte,
para el que con Dios disiente.

Cuando mis ojos se cierren,
y ya no me queden fuerzas para seguir,
y se marchite la última flor del parterre
le diré a la solerte
muerte:

"Aunque tú me aterres,
no tocarás mi espiritu,
Cristo se humilló ante ti
para después vencerte.
Yo soy Odiseo,
y mi padre Laertes.

La túnica blanca empapada de sangre fresca,
da testimonio contra tus sombras,
las cuales Dios hace que se desvanezcan.

Quieres que te obedezcan,
por el miedo que se te tiene,
cuando se te nombra,
pero más le temes a que las trompetas suenen.

Cerca estuve de entregarme
a tus brazos esqueléticos,
con los que sostienes
la última luna de los hombres,
y entregas su última cena,
previa a la candombe.

Sabiendo su condena,
se llora por los que tú meces
en la acolchada cuna,
donde se duerme tal y como se nace,
sin dientes y sin pelo.
Llorando todos,
pero no de alegría sino de pesar,
es muy grande su duelo
-hace que sus mundos se pausen-,
pero no más que el que se libra con tus fauces,
tus afilados anzuelos
que detienen todo anhelo,
excepto el del cielo.

¿Dónde esta tu aguijón,
alacrán?
Puedes picarme,
pero no tienes el pico de oro,
pico de faisán,
con el que me ha seducido Dios,
cuya palabra me ha dado justo en el corazón,
ahí está mi tesoro.

Te disfrazas de cultura,
de piedad con el que está sufriendo,
¡eutanasia!
De derechos de mujer,
que respalda la sanidad pública,
¡aborto!

Pero detrás de tu túnica
no eres más que huesos
llenos de gusanos.
"Tienes nombre de viva,
pero estás muerta".
Y ni siquiera eres creatura.
¡Despréndete de tu gogonerta!

No eres más
que del pecado original, resquicio,
un andrajo de después del bautizo,
pero yo creo en Él,
y aunque estoy a punto de morirme,
viviré,
en el jardín del Edén".

Cristo, mi sostén,
acógeme en esta hora final
llena de llanto,
tengo a mis familiares llorando,
parto hacia la morada,
hacia tu palacio,
lleno de cansancio.

Soy tu inquilino,
no merezco estar invitado a tu Boda,
pero tú me das tu gracia toda,
recorro tu camino perspicuo,
tu Triduo
pues no soy más que un inicuo,
y lo mío es superfluo.

Acógeme en tu seno,
Señor,
sereno
acepto tu amor.
Ya puedo ver destellos luminosos,
aunque a los que están a mi lado,
esto les resulta tortuoso.

¡Ya puedo ver a los santos,
y gozar de gloria y descanso!
¡Me marcho muy manso,
adonde no hay llanto!

CoseVenas (Poemario Gótico-Católico) (COMPLETADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora