Casta Et Meretrix

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En la senda
que recorría la frondosidad
de un bosque arcano, y neblinoso,
encontré una hilera regia,m
de abetos y sauces,
y ansioso, cuanto menos,
me adentré en el terreno
de sus fauces.

Era el mismo paisaje, sin retoques,
una y otra vez,
envuelto en una niebla espesa.
Seguirlo me parecía una sandez,
pero una voz,
que me pareció escuchar,
aunque podría jurar
que era yo su portavoz,
me llamó por mi nombre,
y corrí hacia ella,
para ver de donde
procedía tal querella.

Era un templo ruinoso,
y enorme,
que había puesto en la tierra ancla.
Parecía hundirse,
pero eran tan grandes sus cimientos
que nadie de ellos los arranca,
entre tanto,
pequeños o grandes bloques,
de los ciclópeos pináculos,
caían al suelo,
y lo atravesaban sin obstáculo,
sin que hubiese un choque.

Vi entrar seres espectrales
dentro del templo,
y sus mantos de negrura se volvían angelicales.
Los fantasmas más pequeños,
entraban sin ningún empeño,
y sin retales.

Unos gigantes hechos de pura sombra,
repetidamente,
como si ante su fracaso tuvieran amnesia,
intentaban arrancar las raíces de esta iglesia,
pero esta injuria les resultaba imposible,
gritando con una furia
a kilómetros audible.

Unas luces de sol, y luna,
entraban por el rosetón,
aparentando un efecto arcoíris,
que deslumbraba
el iris.

Las torres rascaban la bóveda celeste,
a alturas insondables,
pero el Señor no estaba aqueste,
y por querer, quizás alcanzar el halo solar,
estaban quemadas con un proceder lamentable,
como de Babel, el zigurat.

¿De que servirá alcanzar el firmamento
sin chus ni mus,
sin una oración con sentimiento,
con el intento de una opus
que parece, pero no es más majestuoso,
que hacerlo con nuestro corazón,
que es algo más honroso?

Entré sin ninguna tara.
El interior no se veía de manera clara,
un vapor opacaba la mirada,
solo con verlo me abrumaba,
y me entraban arcadas.

El olor, aunque apetitoso,
te hacía toser,
parecía humo.
pero exactamente lo que pudiera ser,
todavía no lo asumo.

Era una iglesia preciosa,
sin ninguna duda,
pero parecía muy descuidada,
y mugrosa,
algunas partes estaban profanadas,
había fracturas
y algunas magulladuras.

El ambón del  púlpito era colosal,
recorrí la escalinata
hasta el baldaquino,
donde estaba el atril,
y pronuncié unas palabras,
mi voz sonaba cabal,
y a la vez soberbil,
pero no resonó en la catedral,
para luego darme cuenta,
de que hablaba un lenguaje ininteligible,
y parecía una jumenta.
¡De tal cosa, Dios me libre!

Los baquetones de la bóveda,
puestos en forma de equis,
eran las vendas
aplicadas a esta iglesia reverenda,
en la que me reflejaba sin mimesis.
Quisiera curarte, mujer casta y bella,
tú, reina de las doncellas, cual Artemis.

Recorrí el claustro
por el deambulatorio.
El calor era abrasador,
aún cuando la noche era fría,
era como si debajo hubiera un hipocausto.

Por esos lares
hacían el mismo trayecto,
espectros,
cuyos andares,
dejaban un fuego de imperfección,
un extraño holocausto,
como el de los hijos de Aarón.

El confesionario
estaba lleno de carcoma,
y como ningún otro,
enmantado en polvo,
pero la estroma
donde se ponían las rodillas,
al otro lado de la rejilla,
daba impresión de no haber sido usada
de ninguna forma.

Los ábsides y el copón,
el transepto y los ábsides,
estaban llenos de pisadas de sangre,
y los santos que estaban expuestos,
en sus nichos y capillas,
expelían lágrimas de amargue,
dando a entender que era un entredicho
todo lo que había, y un desmadre.

Pero no era una trampilla,
ni del aguerrido enemigo una pasioncilla,
pues esta casa la levantó Dios
con su voz
y la cocerá en su mística cendradilla,
mientras gime de dolor,
en un estruendoso alaroz.

En el retablo del sagrario
había garabateadas
nombres de blasfemias,
y ofensas,
que no diré aquí,
por delicadeza
y por no hacer el relato más amplio.

En cambio,
no por la absteinencia de esos ridículos,
sino creo que por milagro,
la portezuela del edículo,
estaba intacta
refulgiendo el lugar sacro,
a la luz de los cirios.

Para abstraerse,
este es un paraíso de idilio,
cuando por el pecado me demacro
a este lugar he de ir,
para contar lo que me tiene en vilo.

De un momento a otro,
el lugar se llenó de vivientes esqueletos,
lo cual me turbó en demasía,
y mientras salía por miedo a la porfía,
y por tener a los difuntos respeto,
me interpelaron,
y me contaron,
que ellos iban a recuperar
carne y nervios,
que iban a ir desde la putrefacción,
hasta ser seres perfectos,
mientras arreglaban de esta iglesia,
sus desperfectos,
en una especie de purificación,
así que me uní a ellos
para aportar mis ideas y mi intelecto.

Trabajaré hasta mi muerte
en esta viña,
convirtiendo esta iglesia
en una maravilla.
Recubriremos de oro,
todo cuanto haya,
de materiales exóticos
las doce murallas y
el pórtico.
Dios será su templo y atalaya.

La esperanza es cierta aquí,
y en lo utópico raya,
para esto se me escogió a mí,
la salvación es mi medalla.

Otros se fueron al ver el templo
en semejante deterioro,
sin embargo yo ayudaré a embellecer este tesoro,
y ayudaré a hacer crecer la comunidad,
el coro de ángeles sin alas,
que adoran a Dios día y noche,
sin cesar,
y que entre hermanos, sin reproche,
se acomunalan,
entre el pórtico y el altar.

¡Te agradezco infinitamente,
Dios mío,
ser un fiel remanente,
y obrero en tu mies!
¡Sea yo un recipiente de tu amor;
antes, ahora, y después;
en el favor o en el revés;
en el asentir y en los porqués;
desde la cuna hasta el ciprés;
tu, por siempre,
mi Rey! 

CoseVenas (Poemario Gótico-Católico) (COMPLETADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora