CoseVenas (Poemario Gótico-Católico) (COMPLETADA)

Navidad

-I-

Es llevado a las calles, iglesias,
y en cada rincón,
el misterio maravilloso e inusitado
de un Dios que bajó en el escalafón,
para ser uno más a nuestro lado.

Hico acto de aparición,
de un modo nuevo e insospechado.
Invisible en su naturaleza,
se hizo visible al adoptar la nuestra,
y aún sin ser bajeza,
no quería grandiosidad maestra,
ni ser llamado "Alteza".
Es más, nació en la pobreza.

En todo semejante al humano,
menos en nuestra flaqueza,
Él es nuestro hermano.

Entra en el corazón del fiel,
y hace morada en él.
Candelabros de fuego blanco inmaculado,
lleva consigo,
dispuesto a hacer arder
en llamas el corazón,
para que el fuligo
obre en su Purificación.

Hoy se enciende una vela blanca
en la Corona de Adviento.

Asumió en sí todo lo creado,
compartiendo nuestra vida temporal,
sin lo perenne como ornamento,
dando su carne y sangre
al hambriento y sediento.

Llamó de nuevo al Reino de los Cielos,
al hombre sumergido en el pecado.
El tiempo se omite
el hielo se derrite,
el desierto se incendia,
los bosques crecen a alturas ciclópeas,
y los hombres gritan: Utopía.

Los confines de la Tierra han contemplado,
la salvación de nuestro Dios,
nacido de una virgen,
sin origen ni fin.

El Verbo estaba junto a Dios,
y el Verbo era Dios.
Desde el principio,
paladín
 del bien,
y a cercén.
A su pueblo libertó del Estigio.

¡Qué hermosos,
son los pies del mensajero tenaz ,
sobre los montes,
que proclama la paz,
que dice a Sión:
"Tu Dios reina"!
En oración,
y luego, en la ovación,
desde el Reino de las Perseidas.

Os contaré como nació
este Dios, y a la vez, hombre,
historia maravillosa donde las haya,
en la lumbre,
donde las chispas estallan,
noche de Invierno,
y de nevada y escarcha.
Noche que no sabe adonde marcha.

No se apartará
de Judá
el cetro,
ni el bastón de mando
de entre sus rodillas,
hasta que Él venga dallá,
de la silla
del Elíseo
a quien se le está reservando
y le rindan homenaje 
todos los pueblos.

A sus consanguíneos
pondrá en vareaje,
¡todos habrán de verlo!

-II-

Estando la encinta y su esposo casto,
por edicto de Augusto,
en la profética Belén
quiso nacer el Cristo
en un pesebre vetusto,
con un techo de roca,
que hacía de esta cuna su sostén.

Quiso Herodes,
preguntar a los reyes de Orientes
donde iba a nacer ese Rey
para adorarle él también,
pero más tarde,
volvieron por otro camino
a su tierras colindantes,
no por ablande ni por cobardes,
sino porque fueron advertidos 
por un ángel,
los monarcas,
del rey moro, y tetrarca,
y su alfanje.

Se apareció el ángel a unos pastores,
que velaban por turnos
el rebaño
en el remanso nocturno,
al aire libre,
sin abrigaño,
y les dijo algo increíble:
"Que nadie se aliebre,
pues os anuncio una noticia,
que será alegría
para los que la Tierra pueblen,
hoy en la ciudad de David
os ha nacido un Salvador,
el Mesías, el Señor,
y mirando con ojo avizor,
la señal será un niño envuelto en pañales,
y en un pesebre,
adoración dadle,
y que por todo lo alto se celebre".

Detrás de este mensajero,
aparecieron una legión de huestes,
que alababan al Cordero 
con espíritu austero:
"Gloria a Dios en el cielo,
su trono celeste,
y paz en la Tierra,
estrado de sus pies,
a los hombres de buena voluntad,
donde quiera donde estén,
será suya la Heredad".

-III-

Esos Tres reyes de la oriental penisla
trajeron oro, incienso y mirra,
para un Rey, Dios y profeta,
cuya Majestuosidad hace
que estos se sometan,
y no para adularlo lenguaraces,
sino por ser humildes,
y de alma escueta.

Este hecho
llegó a los oídos de Herodes,
de alma podre,
y no sabiendo quien era el monarca,
mandó a dar matarile inmisericorde
a los niños recién nacidos.

Llora Raquel 
por los que se han ido,
llora Israel
por los que el umbral no han recorrido.
Dile, Ángel Mío
que los dóciles van en desfile,
a encontrarse con Dios Padre,
entre tamboriles y dulzainas.
Son los Inocentes Mártires,
que padecieron por el filo,
que se desenvaina.

Este es el Misterio de la Navidad,
la Encarnada Divinidad,
que se humilló hasta el extremo,
entre gritos blasfemos, 
para reconciliar el mundo con el Padre,
y alzarse sobre el ciemo.   

Arde mi corazón por el Niño Dios
y su Madre.
¡Oh, Cristo, te queremos!