13. Mila

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MILA

El segundo día de entrenamientos había terminado. Gabriel y Lucien nos tienen en acondicionamiento físico, no son ejercicios que me cuesten ya que desde niña he acostumbrado a mi cuerpo a la actividad física «El paquete de seis que tengo más mis bíceps marcados son prueba de eso».

Quisiera que Bell tuviera tanta facilidad para entrenar, pero no, ella se cansa y junto con Vad parecen perritos a punto de morir. Es un poco tierno como esos dos se acompañan en su desgracia de mal estado físico, incluso en este momento están sentados sobre las sillas colgantes mientras hablan de que sabe qué.

Lo único malo de este entrenamiento es la ropa que uso. Agradezco que Bell me diera ropa, pero mierda, hoy llevo una pantaloneta que estoy segura que más de una vez dejo al descubierto una de mis nalgas. Sus tops me queden bien gracias a que somos de tallas parecidas, pero en definitiva la parte de abajo es un no.

Me muevo entrando a la casa para ir a mi habitación y cambiarme por el único jean que traje. Cuando entro, rápido voy a uno de los cajones de mi armario ya que me daré una ducha.

—Creo que necesitas esto —me doy la vuelta de golpe al no haberme percatado de que alguien me estaba siguiendo. Es Lucien quien trae un portátil y una tarjeta en su mano, me los ofrece, pero niego con la cabeza.

—No necesito caridad —no voy a recibir dinero que no me he ganado. No lo hice cuando vivía con los Hansen y no lo empezaré a hacer ahora.

—Sí hiciera caridad esto estaría en un orfanato Mila. Solo te estoy dando tu primer pago por formar parte de mi equipo —arrugó las cejas, nadie me dijo que pagaban por estar aquí.

—Estoy bien Lucien...

—Por supuesto que no —me interrumpe—. Ese short que llevas debería quedarte en la pierna, no a mitad de tu culo, sin ofender claro. Tu armario está vacío, necesitas cosas y tengo suficiente dinero como para alimentar un país así que úsalo en lo que necesites —deja el portátil sobre mi cama y se para frente a mi ofreciendo la tarjeta. Dudo, pero al final la acepto.

—Gracias —es la primera vez que recibo dinero de alguien más, es extraño para mí. Desde los diez empecé a trabajar para ganar mi propio dinero, nunca fue lo suficiente como para pagarme una carrera en la universidad, pero si para tener mis propias cosas.

—Yionne ira a la isla porque quiere comprar más ropa, podrías ir con ella para que no te pierdas —asiento y él me deja sola en mi habitación.

Supongo que sé que haré esta tarde.

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Después de que me bañe y estuve lista invite a Bell a salir conmigo, ella aceptó con una sonrisa y nos encontramos a Yionne quien ya nos esperaba en la entrada de la casa.

—Voy con ustedes, no me voy a quedar con tanta testosterona alrededor —apareció Lucille pegándose a nosotras.

—Genial, una tarde de chicas —sonrío Yionne mientras se dirigía a la gran puerta de metal que necesita una confirmación con huella para abrirse.

—Nunca creí que hacer parte de un grupo de asesinos implicará salir de compras, que encantador —comentó con sarcasmo Bell. Si ella alguna vez deja de usar su sarcasmo la daré por perdida.

—Que seamos asesinas no implica vestir como callejeras, sin ofender claro —me miró a mí y supe exactamente a quién le dijo callejera.

Por supuesto, Bell tiene unos moms jeans y una camiseta blanca corta. Mientras Lucille tiene unos jeans oscuros apretados con un esqueleto blanco con una especie de abrigo trasparente encima, y sus guantes «Aunque sólo cubren sus dedos está vez». Yo solo tengo unos jeans gastados y una camisa que dice «Bad girls die young».

Matar y Sobrevivir [Dueto Destructores #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora