¿Qué harías si la vida te da una segunda oportunidad?
"Jungkook, ¿en qué nos hemos convertido? Ya no comemos juntos, duermo en la cama y tú en el sillón. Te la pasas pegado a la computadora y no hemos tenido sexo en dos meses. Estoy cansado y no pue...
lo que lloré en el concierto por tae no tiene nombre :c
no sé hacer aus de redes sociales jajaja no me digan nada plis
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¿Cuál es el verdadero límite para amar a alguien? Es más, ¿existe alguno? ¿Será la muerte? ¿O es algo más grande que aún no conocemos?
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Se sentía ligero, ¿estaba muerto?
No, Jeon Jungkook no tenía tanta suerte.
Pero se sentía como si lo estuviera, porque el dolor de cabeza era tan insoportable que lo hacía gimotear rogando que culmine. Se tomó la cabeza con ambas manos y presionó sobre las sienes latentes, tratando de esa forma apaciguar el incesante martilleo en su tronco cervical. Era como un molesto zumbido, constante en sus oídos que le impedía pensar con claridad.
Sin encontrar alivio, se sentó en el borde de la cama donde estaba acostado y hundió el rostro entre los muslos, tratando de recuperar el aliento.
Pero no tuvo tiempo suficiente para recuperarse que un jadeo lo alarmó, haciéndole alzar la vista rápidamente, mareándose en el proceso.
Seokjin yacía sentado del otro lado de la habitación, contra la pared, limpiándose con la manga de su camisa de satín la sangre que brotaba de su nariz.
El ángel mira el carmín líquido fluyendo por las arrugas del reflejo brilloso de la tela de su camisa, apretando los labios ante lo que aquello significaba. Suspiró densamente y alzó la mirada hacia donde el muchacho se hallaba sentado, recuperando de a poco la lucidez.
"Acuérdate que yo también puedo viajar" le explica usando las manos para acomodarse mejor en el suelo donde está sentado. "Pero soy más débil que tú, no tengo un cuerpo físico que resista. Cuando viajabas yo lo hacía contigo, pero eras tú quien impulsaba los viajes, yo sólo te acompañaba. Cuando soy yo quien estimula los viajes, ocurre esto" señala su nariz y labio de cupido ensangrentado.
El joven asiente ligeramente, ya no encontrando demasiada lógica en lo que el ángel le dice. Suspira y vuelve a hundir mi cabeza entre ambas piernas, un último intento de deshacerse del punzante dolor y las náuseas que se acumulan al fondo de la garganta.
