La mañana amaneció nublada, el cielo pide a gritos poder llorar, está tan oscuro que es como si su obscuridad quisiera consumirnos totalmente. Me despierto sin poder percibir los rayos de sol que generalmente entran por mi ventana, parece que hoy será la primera lluvia del año.
Estoy acostado y mirando como las horas avanzan sin cambio, es domingo y no tengo citas programadas para hoy, el ventilador de mi cómoda tiene un chirrido, es tan agudo y molesto, como si tuviera un enjambre de moscas molestándome al oído, me está volviendo loco.
Mi mente perturbada por el sonido está trayéndome imágenes que preferiría olvidar. ¨Todo está obscuro, solo se ve el reflejo de nuestros tres cuerpos gracias a la luz de la luna llena que asoma por nuestra ventana; el cuerpo tendido en el piso sobre un charco de sangre, mis manos embarradas y las marcas de las mismas sobre mis mejillas, estoy sudado y sin camiseta, pareciera que he corrido una maratón, mi respiración está entrecortada y tendido sobre la cama está el cuerpo de mi madre, sin más rastro de vida que una lágrima que asoma por su ojo hasta la almohada.¨
Sin poder soportar los recuerdos de lo que normalmente me parece lo más lejano del mundo, apago con furia el ventilador, el sonido cesa y mis oídos pueden al fin descansar, mis ojos lentamente se cierran, mis párpados pesados son imposibles de detener, apenas son las siete de la mañana y no es como que tenga muchos motivos para levantarme. ¨Ah, sí, hoy es mi cumpleaños.¨ Me digo a mí mismo, pero lo poco importante que eso me suena no me parece motivo suficiente para comenzar ya el día, así que me rindo a mis deseos y cierro mis ojos hasta quedarme dormido.
Cuando vuelvo a dar en sí y miro al despertador ya son pasadas las diez treinta de la mañana, al parecer el día no ha cambiado mucho puesto que aun no se asoma ningún rayo de sol por mi ventana.
Estoy todo sudado, el aire acondicionado de la casa no funciona desde hace dos meses y tuve que sacar ese ventilador que no para de chirrear, a veces me pregunto si gastar todo el dinero, que ahorré trabajando de medio tiempo en la pista de motocross dando mantenimiento a los equipos, fue la mejor decisión, llevo dos años ya trabajando desde que me gradué en Psicología y aun no llego a sacarle ni un veinte por ciento de lo que pagué por ella, digo tampoco es que yo sea la persona más indicada para estar dando clases de moral a alguien.
Entro a bañarme para relajarme un poco y ver si por fin puedo comenzar el día. Entro a la ducha y me relajo con el sonido del agua cayendo y goteando por mi cuerpo, pero cuando abro mis ojos lo que veo no es agua, todo mi cuerpo está embarrado de sangre, como aquella noche. Salgo corriendo de la ducha sin reparar en el agua que empapa el suelo, me miro frente al espejo y repaso cada parte de mi cara manchada, los recuerdos perturbadores de aquella noche vuelven a mi mente y me veo a mi mismo cometiendo el error más grande y el pecado más mortal que pueda existir. El agobio y la ira se apoderan de mí y en mi mente no para de sonar la sirena de policía. Todos los pensamientos vienen de pronto y me atormentan, casi no lo soporto, ¡no lo soporto!
Un estruendo interrumpe mis pensamientos y justo cuando empiezo a agradecer por haberme sacado de ellos veo que el único rastro de sangre que queda en mi cuerpo está en la mano que acababa de impactar contra el espejo hasta romperlo en mil fragmentos, siento un punzante dolor y mientras me lavo la sangre, me pregunto si el espejo tiene la culpa de que mi mente esté psicológicamente inestable.
Me visto con unos shorts y salgo al balcón para fumarme un cigarro. Miro la alborotada ciudad de Seattle y el cielo que está deseando estropearle el día a muchas de esas personas que corren como locas de un lugar a otro como si sus vidas dependieran de ello, tal vez lo hacen.
Me decido a salir y mientras me pregunto qué me depara este cumpleaños una voz grave pero sensual me interrumpe.
__ ¡Buenos días Nate!
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Psicológicamente Inestable
JugendliteraturÉl no se siente merecedor de amor, nunca ninguna mujer le llamó verdaderamente su atención, hasta q vio esos ojos como la plata y esa sonrisa peculiarmemte fingida. Nathael Stewart esconde un secreto, el mayor de los pecados bajo la piel de un psic...