Para entonces ya era la noche del domingo y Bakugo no podía descansar bien con sólo pensar en donde podría estar su diario, su única esperanza era que Deku no lo hubiera buscado bien y estuviera en su habitación.
Al día siguiente se levantó más temprano de lo común, se despidió de sus padres y salió de casa a la UA, aunque antes pasaría a los dormitorios para dejar sus cosas que había llevado y hacer una búsqueda rápida para encontrar su libreta.
Al llegar la mayoría de sus compañeros estaban desayunando juntos, divisó a Kirishima y le saludó con un gesto de mano que él respondió con una sonrisa sonrojada pero desvió la mirada de inmediato, aunque aquél sonrojo no lo notó el rubio.
Al subir las escaleras se topó a Uraraka y Deku bajandolas, detuvo a Midoriya y lo tomó de la muñeca.
—Préstame a Deku un momento —le dijo a la castaña y ambos subieron las escaleras hacia la habitación del rubio, Uraraka asintió desconcertada y bajó con los demás.
Ambos chicos ya en el cuarto, comenzaron a buscar la libreta nuevamente pero había sido en vano, no se veía por ningún lado. Bakugo estaba ansioso, jugaba con sus dedos mientras recorría su cuarto con la mirada y despeinaba sus cabellos, no quería pensar en los peores de los casos pero estaba por perder la cabeza, se sintió abrumado de sus propias emociones que incluso comenzó a sentir que la corbata le apretaba.
Sólo usaba la corbata cuando salía hacia la escuela y venía de casa de su madre, y ahora ese accesorio lo sentia asfixiante. Por suerte la voz de Deku sonó sacándolo de sus pensamientos.
—Ahora que recuerdo... Vi a Kirishima salir de tu habitación el día que te fuiste.
—¿Disculpa? —Bakugo se levantó de su cama en la que estaba sentado, se acercó a Deku.
—Pensé que ya lo sabías y bueno, no quise entrometerme.
—Así que sabías sobre eso pero no lo mencionaste, ¿No es así? —Bakugo se acercaba a Midoriya con una mirada incrédula—. Sabiendo que él puede haber visto o hasta tener mi diario, ¡Y no me lo comentaste!