Capítulo 7

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El domingo a las siete de la mañana, la batería despertó a Sabrina

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El domingo a las siete de la mañana, la batería despertó a Sabrina. Suspiró, se sentía agotada y estaba harta de dormir a medias. El viernes y el sábado el sonido estridente de la batería había sido reemplazado por el sexo desenfrenado, y el domingo, que pensó que al fin habría silencio, apenas amanecía y la batería hacía explotar su cerebro.

Caminó decidida hasta la puerta de al lado y golpeó.

—Estaba esperando que vinieras a quejarte —dijo Xavier desenfadado cuando abrió la puerta—. Quizás es por eso por lo que decidí tocar tan temprano.

Sabrina no daba crédito a lo que escuchaba y sus ganas de golpearlo en sus firmes abdominales la invadían de la misma manera que sus ganas de morderlo en ese mismo sitio. Levantó las cejas y cruzó los brazos, ella también podía retarlo.

—Vamos, Aranda, no puedes quejarte, hace dos días que no toco nada —dijo distendido y divertido, mientras la miraba una vez más de arriba abajo.

Sabrina sintió que la piel se le estremecían bajo su escrutinio y recién allí recordó que la noche anterior se había puesto un pijama que constaba de una camisa cortita y un short del mismo estilo. Se sentía como una niña de diez años perdida y atontada.

—¿Crees que la batería es lo único que no me deja dormir? —inquirió.

Ahora él se mostró sorprendido.

—¡Oh! ¡No te detengas! ¡Por favor! —remedó.

Xavier se echó a reír y ella también, no sabía qué era lo que la llevaba a desinhibirse así ante aquel chico, pero le gustaba hacer cosas que normalmente no haría con nadie.

—Vayaaaa ¿y estás celosa? —inquirió él.

—¿Por? —preguntó ella y cambió el peso de su cuerpo, incómoda.

—Bueno... por la actividad en mi cuarto y la falta de ella en el tuyo —bromeó.

—¿Quién dijo que en el mío no hubiera actividad? —preguntó entre enfadada e incómoda—. Solo no me gusta hacer ruido.

—Ahhh y a mí que me encantan las chicas ruidosas —dijo él guiñándole un ojo.

—Sí, ya lo noté —respondió ella y puso los ojos en blanco.

—¿Quieres pasar? Voy a preparar desayuno...

—¿Eh? —inquirió ella confusa.

—Lo que dije, que si quieres desayunar...

—Yo...

—¿No desayunas? —preguntó él divertido por la incomodidad que le causaba a aquella muchacha.

—Sí, bueno... Está bien... —asintió.

Sabrina no supo definir quién fue la que respondió por ella, era una Sabrina que no conocía y que no sabía que formaba parte de sí misma hasta que ordenó a sus piernas que ingresaran al departamento de aquel muchacho.

Todos los tonos de tu alma ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora