Capítulo 33

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Cuando Xavier despertó era cerca del mediodía, no recordaba haber dormido así en años

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Cuando Xavier despertó era cerca del mediodía, no recordaba haber dormido así en años. Y por un instante pensó que había sido un sueño, pero no, era una realidad, más bella incluso que cualquier sueño. Ella estaba en sus brazos, dormida, perfecta, hermosa, radiante.

Cerró los ojos y supo que todo había cambiado entre ellos, y así de rápido como lo dimensionó, una enorme bola de miedo se apoderó de su cuerpo.

Se levantó con cuidado, no quería despertarla. Se vistió con premura con lo primero que encontró, y salió a la calle. Necesitaba caminar, poner en orden sus ideas y pensar qué le diría y qué harían. Respirar un poco de aire fresco.

Era la primera vez que pasaba por encima de su regla de oro. Y entonces comprendió que en realidad era la primera vez de muchas cosas. La primera vez que experimentaba todas las sensaciones que vivió esa noche, la primera vez que hizo y deseó con locura hacer ciertas cosas, la primera vez que una chica dormía en su cama y despertaba en ella, la primera vez que deseaba quedarse allí para siempre, la primera vez que no quería correr a ocultar las señales de la noche pasada.

Pero el temor lo invadía cada vez más, tan fuerte e intenso como el placer de la noche anterior. Él no podía enamorarse, no quería. No podía permitirse volver a pasar por el sufrimiento de perderla, por el miedo a que ella un día lo rechazara y le dijera que al final no lo quería tanto como había pensado al principio, no podía volver a hundirse así a su edad, tenía un trabajo, un futuro y no quería retroceder para volver a convertirse en ese chico endeble e inseguro.

Negó, se sentía agobiado y solo, no tenía con quién hablar a quién recurrir. La única persona a la que se animaría a contarle algo tan íntimo era a Leo, pero él estaba lejos y no era una opción, no después de tantos años en los que no habían hablado.

Sabrina sabía que él era así, ¿por qué no lo detuvo? No, no podía culparla a ella, eso era cobarde y egoísta.

Los dos lo habían querido, habían jugado con fuego y era obvio que terminarían por quemarse. Ella era hermosa y él la había deseado desde... desde siempre... y todo era tan perfecto entre ellos, era tan cómodo estar con ella. Ahora todo sería distinto y él ni siquiera sabía cómo enfrentarse a ese cambio.

Se sentó en un banco y se llevó las manos a la cabeza, se sentía desesperado, en un callejón sin salida, con más preguntas que respuestas. Ella no merecía que él le hiciera daño y él no quería lastimarla, pero no podía, no podía enamorarse.

Cuando regresó a su casa, dispuesto a hablar con ella y a preguntarle qué harían, ella ya no estaba. Era probable que al despertar y no verlo se hubiera sentido mal y se hubiese ido a su casa. Y él sintió su departamento demasiado vacío, demasiado solo. Todo le recordaba todavía a ella, jamás podría mirar de nuevo esa pared en donde ella posó para él. Y la cama... observó su cama desarreglada y recordó la noche, no tenía ganas de juntar las sábanas y llevarlas a lavar, no quería que todo dejara de oler a ella, no quería que ella se fuera.

Todos los tonos de tu alma ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora