Xavier pensó que ese fin de semana era el más largo de su vida. Cruzarse con Sabrina en el pasillo y escucharla hablar fue como un golpe en el estómago. No esperaba que estuviera mal, pero tampoco esperaba que lo ignorara de esa forma, como si no le doliera, como si no le costara seguir.
Le molestaba también la facilidad con la que ella pudo decirle que estaba enamorada de él y que no se arrepentía de lo que había sucedido. ¿Por qué? ¿Por qué para ella todo era tan sencillo? ¿Y por qué si aquello era cierto se mantenía alejada?
La distancia le estaba matando, necesitaba abrazarla, mirarla a los ojos, pedirle que no lo dejara solo, que no se saliera de su vida. Era egoísta, lo sabía, no podía tenerla dándole sobras y tampoco podía prometerle más. ¿Por qué? Porque tenía miedo y eso no le dejaba avanzar.
Quería explicarle, pero le daba vergüenza. ¿Cómo iba admitirlo frente a alguien tan valiente como ella?
El sábado al mediodía, no lo aguantó más. Fue a golpear su puerta para que hablaran, pero nadie respondió. Lo hizo un montón de veces más, pero no fue hasta que vio a la vecina que le cuidaba al gato mientras Sabri iba de viaje, que supo que ella no estaba.
¿A dónde fue? ¿Por qué no se lo dijo? ¿Por qué no le dejó a él su gato?
Estaba enfadado por la manera en que ella lo había sacado de su vida como si no le importara nada, como si no le hiciera falta, como si no se estuviera muriendo por dentro como él lo estaba haciendo.
El domingo, no la sintió llegar, y no fue hasta la tarde que la escuchó reír. ¿Con quién hablaba? ¿Por qué reía? ¿Cómo podía reír si él solo quería llorar?
Y entonces buscó su teléfono para mirar las fotos que había traspasado desde su máquina, y a modo de buscar una excusa le envió una.
«Esta es mi preferida».
Dijo mostrándole aquella donde sobre la silla ella lo miraba semidesnuda.
Sabrina la recibió y la observó, era hermosa, se veía realmente bella y sonrió.
«No he visto las otras, pero esta me encanta. Gracias».
Admitió.
Xavier esperaba más, pero ella fue cortante.
«¿No quieres venir a ver las otras?». Preguntó.
Ella lo dudó, pero sabía que ir sería peligroso, por lo que decidió negarse. Estaba decidida a no caer en un juego que terminaría por dañarla más.
«Estoy ocupada, tengo que terminar el trabajo de un cliente para mañana».
Xavier lo lamentó y se sintió con ganas de ir él, pero no lo hizo, era obvio que las cosas habían cambiado. También quiso preguntarle a dónde fue, pero no tenía caso.
Sabrina entró al grupo de Whatsapp y escribió:
«Miren lo que me acaba de pasar el vecino».
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Todos los tonos de tu alma ©
RomanceSabrina tiene un nuevo vecino, un chico muy guapo y ruidoso. O a lo mejor es que las paredes del edificio son de cartón y ella puede oír todo, tanto cuando enloquece con la batería a las dos de la madrugada o cuando lleva chicas a su casa. Al princi...