Varios días después de aquella noche, Xavier todavía no sabía cómo hablarle a Sabrina ni qué decirle. Se sentía mal por comportarse como un idiota y aún más mal porque ella ni siquiera lo buscaba, y si se podía, todavía peor porque no hacía nada al respecto. Su vida se había reducido a ir al trabajo y volver, encerrarse en su casa y acostarse por horas a mirar el techo, o las fotos de ella en su cámara.
Ni siquiera quería tocar la batería, no tenía energía para ello, no estaba enfadado, más bien abatido, frustrado consigo mismo, rendido.
Pero esa tarde fue distinta, ella volvía de algún lado cuando él se iba a caminar, y la vio.
—Buenas tardes —saludó ella como si el fuera el guardia del edificio.
—Hola —dijo intentando encontrar sus ojos para al menos saber si ella estaba allí—. ¿Sabri? —inquirió.
—Dime...
—¿Podemos hablar? —preguntó.
—¿De qué?
—¿Cómo que de qué? —inquirió él—. Yo...
—No hay nada de qué hablar, Xavier, pasó lo que no tenía que pasar, nos dejamos llevar y sucedió. Yo no tengo nada que reprocharte porque me dejaste en claro desde el inicio como eran las cosas contigo. No te preocupes, no te diré nada...
—P-pero...
—Pero ¿qué? —preguntó ella mientras hacía un esfuerzo por mantenerse firme y no perder su dignidad.
—¿Te arrepientes? —inquirió.
—No... —respondió—. ¿Tú?
Él se encogió de hombros.
—Lo siento entonces —dijo ella y pretendió seguir, pero él la tomó del brazo.
—No, no me arrepiento, pero no me gusta estar así...
—¿Así cómo? Han pasado días y si no fuera porque nos encontramos aquí no me dirías nada...
—No sé qué decirte —respondió—, es por eso... no tengo idea qué decir ni qué hacer...
—Y si no sabes ni tienes idea de qué decir, es mejor que estemos así... en silencio —dijo ella.
—Yo no puedo ser lo que tú necesitas, Sabrina... te dije que no tenía corazón, que estaba roto en miles de pedazos. No sé cómo hacerlo...
Ella negó.
—No quiero escuchar, Xavier, es mejor así, de verdad... —pidió—. No me arrepiento de nada, fue hermoso, de verdad lo fue... será un buen recuerdo para mí, sigo pensando que eres una gran persona y... te quiero —susurró—, pero yo no puedo volver a lo de antes, no por ahora... Me hace sentir insegura y tú mejor que nadie sabes que me ha costado demasiado conseguir esa seguridad, no voy a permitir que nadie me la arrebate, ni siquiera tú.
—Y no quiero hacerlo, Sabrina, te admiro por cómo eres...
Ella asintió.
—Entonces sigue tu vida y yo seguiré la mía, como estábamos antes, como vecinos, no tiene que ser tan difícil, ¿no? —inquirió como si quisiera darse ánimos a sí misma.
—¿Por qué lo hicimos? —preguntó él. Su mirada era profunda y suplicante, como si de verdad necesitara una respuesta.
Sabrina lo miró confundida.
—No sé por qué lo hiciste tú —dijo ella—, yo lo hice porque hay una parte de mí que solo despierta cuando estás tú, una parte de mí que me encanta, una parte de mí que brilla y que me hace sentir segura, bella y sexy, esa Sabrina dos, como tú la llamas, esa chica atrevida y arriesgada, esa chica a quien solo tú liberas. Me dejé llevar por ella, porque quería, porque lo deseaba tanto como tú, porque como tú dijiste quería darte algo de mí, algo que nadie más tuviera... porque tú sabes que yo no... tú lo sabes... —añadió con la voz quebrada—, y porque estoy enamorada de ti, Xavier, y eso lo sabes también.
Él cerró los ojos como si ella le hubiera dado la peor de las respuestas.
—No tienes que ponerte así, te respondo porque preguntaste, porque soy sincera siempre contigo, porque no tengo nada que ocultar, porque no tengo nada ya que perder. Sí, me dijiste que no querías enamorarte y que tú no tenías novia, me lo advertiste, y por eso no te reprocho absolutamente nada. Fui una más para ti y lo sé, pero tú no lo fuiste para mí, y a mí eso me agrada, me hace sentir bien. No te preocupes, ya te lo he dicho, ni te reprocho ni te pido nada que no puedas o no quieras dar...
—Sabrina... —pidió él. ¿Cómo podía ella pensar que había sido una más para él? ¿Acaso no tenía idea de lo mucho que la pensaba, la necesitaba... la extrañaba?
—Sabrina nada, no me debes nada, eres libre, has lo que quieras... Es más, si deseas buscarte una chica esta noche, hazlo, por mí no te preocupes.
—No seas así, por favor... ¿Por qué eres tan dura? —inquirió.
—Porque me estoy protegiendo, porque los años y la vida me han enseñado que si no me protejo yo, no lo hace nadie, por eso... Y ahora, tengo que ir a casa, Azul tiene hambre —añadió como si esa fuera la mejor de las excusas para cortar una conversación tan importante.
Y apenas cerró la puerta, se echó a llorar.
ESTÁS LEYENDO
Todos los tonos de tu alma ©
RomanceSabrina tiene un nuevo vecino, un chico muy guapo y ruidoso. O a lo mejor es que las paredes del edificio son de cartón y ella puede oír todo, tanto cuando enloquece con la batería a las dos de la madrugada o cuando lleva chicas a su casa. Al princi...