Capítulo 24

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Pero Xavier había tenido un día distinto

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Pero Xavier había tenido un día distinto. Escucharla tras la pared lo había trastornado y no había podido sacarse la imagen que se había creado en su mente en casi todo el día. Por ello, necesitó llenarse de actividades, ocupar su tiempo en la oficina y luego salir a trotar. Hacía mucho que no lo hacía, pero le agradaba la sensación del viento golpeando su rostro y agotar su cuerpo al límite.

Sabrina ocupaba todos sus pensamientos, y por más que se forzaba a pensar en lo que había sucedido el fin de semana con respecto a Vicky y la conversación que habían tenido, su mente volvía a Sabrina una y otra vez.

No se comprendía a él mismo, había esperado ese reencuentro por años... lo había soñado en mil ocasiones, en algunos de sus sueños él ya no sentía nada al verla, en otros, imaginaba que ella regresaba diciéndole que lo amaba y que deseaba estar con él. Sabía que cualquiera de esos escenarios era ilógico y lejano. El primero, porque estaba seguro de que aún la amaba y de que todo afloraría en él cuando la viera, y el segundo, porque también sabía que ella no regresaría.

Sin embargo, aquel viaje pasó como si nada, y lo que dejó en su interior el reencuentro con Vicky no fue ni lo uno ni lo otro. No la amaba, lo supo desde el instante en que la vio, y eso le dio paz, le dio calma, porque si había algo en la vida que él evitaba a toda costa era sufrir. Verla feliz y casada solo hizo que él se sintiera orgulloso de ella, como si fuera Xiomara, su hermana, o como se sentía al ver a Esme en iguales condiciones.

Sin embargo, Sabrina, ella sí que había resultado una sorpresa en ese viaje. Primero por su actitud para con él, lo cuidaba, se preocupaba porque se sintiera a gusto, no olvidaba su gesto en el parque unos minutos antes de que Vicky llegara, cuando tomó su rostro entre sus manos e hizo que la mirara.

Y luego, cuando la vio con ese vestido violeta que parecía acariciarle la piel de una manera única, cuando la vio reír entre las chicas mientras él y los chicos comentaban cualquier cosa, cuando la vio feliz cumpliendo aquel sueño de infancia que él sabía que ella tenía.

Estar con ella se sentía íntimo, más íntimo que nada que había experimentado antes, más íntimo que las mismísimas relaciones sexuales que solía compartir con cualquiera que estuviera presta. Más íntimo que todo lo que había experimentado con nadie alguna vez, y esa intimidad era algo que le agradaba tanto, que podría acostumbrarse a ella con facilidad.

Y luego estuvo la conversación en la cama, esa en la que ella le siguió el juego sorprendiéndolo. Y es que Sabrina lo confundía, rotaba entre su personalidad tímida y aquellos nervios exquisitos, y sus mensajes atrevidos en los que fluía con él como si bailaran al borde de un precipicio.

Y era hermosa, era perfecta. Y no solo se trataba de una belleza que uno puede ver a simple vista, sino de algo más que él sabía era solo para él.

Y ese fin de semana, Sabrina le había dejado admirar a una mujer que aún no conocía del todo, un lado de ella que parecía que hasta a ella misma le sorprendía, un lado que sabía solo salía con él, y eso lo hacía sentir poderoso y lo llevaba a desear jugar un juego que sabía iba a terminar mal.

Y se sentía entre la espada y la pared, quería ignorar todo y volver al inicio, cuando a él solo le importaba su vida y sus problemas, pero no podía hacerlo, no teniéndola en la puerta de al lado, no después de lo mucho y poco que hasta ese momento habían compartido.

Él quería más de ella, quería todo de ella, quería descubrirla, quería que ella se descubriera en él, y que se gustara tanto como le gustaba a él.

Porque le gustaba, y eso no podía negarlo, pero eso no necesariamente tenía que significar algo más, ¿cierto? Porque ya le habían gustado otras chicas antes, de hecho, cualquiera con la que se acostaba le gustaba... por eso lo hacía...

Sin embargo, esa mañana, Sabrina había pasado un límite, lo había dejado en ascuas, pendiente de saber si lo había hecho por él o para él, si había pensado en él cuando lo hacía. Sabía que él podría escucharla, ¿lo hizo a propósito? ¿Por qué? ¿Ella también deseaba más?

Dejó de correr y bajó el volumen de los auriculares que traía puesto por si acaso la música pudiese apagar el sonido de sus pensamientos, ya a esas alturas había descubierto que era imposible.

Allí estaba ella, como si se tratara de una treta del destino, sentada en una banca con la vista perdida en el horizonte. Sus brazos la rodeaban, como si se ella misma se estuviera abrazando.

Deseó acercarse, ser él quien la abrazara, sentarse con ella a mirar el cielo y sentir el silencio. Quería decirle que lo estaba volviendo loco y que no había podido dejar de pensar en ella en todo el maldito día.

Pero no, no iba a hacerlo, mejor la miraba de lejos. Sabrina parecía brillar, estaba sumida en sus pensamientos y ajena a todo lo que la rodeaba. Él se sentía un intruso al contemplarla, pero aun así lo hacía, porque no podía evitarlo.

Un rato después se obligó a volver a su casa, necesitaba darse una ducha y dormir. Estaba cansado y el insomnio comenzaba a pasarle factura a su cuerpo.

Eran casi las tres de la madrugada cuando se despertó, había dormido toda la tarde y tenía hambre. Hacía mucho que no dormía así, se sentía descansado. Se levantó y se preparó un sándwich, lo comió y luego volvió a la cama, pero ella se apareció de nuevo en sus pensamientos.

No la había visto en todo el día, sin contar el momento en que la observó a la distancia, ella no había venido a verlo. ¿Acaso no lo extrañaba? Él era un adicto a ella y al parecer ella podía vivir sin él.

Esa idea le molestó, por lo que, sin pensarlo demasiado, tomó los palillos y comenzó a tocar. 

Hola, feliz jueves de Sabri y Xavi :)

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Hola, feliz jueves de Sabri y Xavi :)

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