Introducción

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Siempre he pensado que todos tenemos un gran conflicto interior que está dado por la distancia entre la persona que somos y la persona que nos gustaría ser

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Siempre he pensado que todos tenemos un gran conflicto interior que está dado por la distancia entre la persona que somos y la persona que nos gustaría ser. Para algunos, los más arriesgados quizás, esa distancia es mínima, han tenido el coraje suficiente para acercarse a ese ideal dejando de lado todos los miedos y prejuicios, el qué dirán de los demás o el temor a fallarse a sí mismo o a los seres queridos... Sin embargo, para otros, esa distancia es mucho más grande, una de miles de kilómetros tal vez, una que en ocasiones parece inalcanzable.

En ese grupo de personas estoy yo.

No sé cómo sucede eso, en qué momento de la vida uno va alejándose de la persona que desea ser para convertirse en la persona que es... es probable que comience en la infancia, ya que desde que somos muy chicos, la sociedad comienza a forjarnos ideas sobre cómo deberíamos ser.

Hacer esto o aquello está mal, si lo haces eres malo... y nadie quiere ser malo cuando es niño, por lo que comenzamos a dejar de hacer ciertas cosas por miedo a que nos tachen de malos. A veces es la misma vergüenza, el carácter de cada uno, los padres que nos tocaron en suerte o un sinfín de situaciones más las que nos van orillando a convertirnos en quienes somos, alejándonos de quienes nos gustaría ser.

Es como si fuéramos figuras de barro, al inicio solo somos una masa sin forma alguna, pero vamos adquiriendo una a medida que el entorno nos moldea.

Un día, te paras frente al espejo y ves todo lo que podrías ser si no fueras como eres, todo lo que podrías conseguir, todo lo que harías si tan solo te animaras...

Hoy es un día de esos.

Acabo de llegar de varias reuniones con clientes potenciales y estoy cansada. He dejado mi laptop en la mesa de la cocina y he venido directo a tomarme un baño para sacarme el sudor de la calle, afuera hace un calor infernal y yo he caminado mucho.

Estoy de pie frente al espejo envuelta en mi bata, miro mi imagen, estoy llena de manchas. Manchas que en algún momento de mi historia aborrecí e intenté cubrir con miles de capas de maquillaje hasta que un día simplemente me cansé.

¿Para qué? ¿Por qué lo hacía?

Quizá porque nadie las tenía, quizá porque me hacían sentir distinta al resto, quizá porque cuando me comenzaron a salir la reacción de mi familia fue mirarme con asco, como si me hubiera convertido en un bicho desagradable.

En aquella época hubiera dado cualquier cosa por tener la piel uniforme y de un solo tono. No me hubiese importado ser blanca, morena o negra, solo deseaba poder tomar un lápiz y pintarme toda, de un solo tono.

Sonrío.

A lo mejor por eso es por lo que soy diseñadora.

Me miro al espejo, levanto mi mano derecha y me imagino que estoy dentro de mi monitor en Photoshop, soy una fotografía. Busco el pequeño balde y elijo un color, pinto mi reflejo en el espejo imaginando que las partes claras se oscurecen y mi piel toma un solo tono.

Todos los tonos de tu alma ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora