El jueves temprano, Sabrina y Xavier cargaron el vehículo de ella. Él no tenía un automóvil, solo una motocicleta, e ir a una ciudad alejada por unos cuantos kilómetros en ella no parecía ser una buena idea. Ella iba a conducir y él se encargaría de la música, al menos las primeras horas, en eso habían quedado, pues si salían cerca de las ocho de la mañana, tenían previsto llegar para el mediodía.
—¿Dónde nos quedaremos? —inquirió Sabrina que de pronto se percató que no habían hablado de eso.
—Esa es la ciudad donde nací y me crie, mi casa paterna está allá, mi madre nos espera... nos quedaremos en su casa...
—Oh... —respondió ella un poco incómoda.
—No temas, ella es genial y le ha encantado la idea de que vaya con una amiga —afirmó—, dice que ya todos mis amigos se están casando y que debo sentar cabeza, que quiere ser abuela antes de ser demasiado vieja.
Sabrina se echó a reír nerviosa ante aquel comentario.
—Pero tú no tienes planes de sentar cabeza...
—No... bueno, no sé a qué le llama sentar cabeza, yo tengo una profesión y un trabajo que me permiten vivir bien, ahora, si lo que quiere es boda y nietos, no lo creo... eso no llegará —añadió.
Sabrina sonrió.
—¿Tú?
—¿Yo qué? —inquirió ella confundida.
—¿Has pensado en lo de sentar cabeza?
—Yo, al igual que tú, tengo mi profesión y soy independiente, ¿a qué más podría referirse esa expresión? Además, tengo un gato... —añadió.
—¿Con quién lo dejaste? —quiso saber él.
—Contrato a una chica a la que suelo pagar para que lo mire cuando me toca viajar. Vive en el piso de abajo, es adolescente y le gusta juntar un extra, además quiere mucho a Azul.
—Qué bueno... ¿Y qué piensas de la boda y los hijos? ¿Quieres eso para ti?
—Te mentiría si te dijera que no, pero no me veo... —respondió ella con sinceridad.
—¿Por qué no?
—No me veo en pareja en una relación larga y estable, no me veo como madre... no sé, quizás es que siempre he preferido pensar que eso no era para mí, así no me deprimo si no lo logro, ¿no?
—Suena inteligente —sonrió él—. Aunque no entiendo por qué no lo lograrías.
—Ay, Xavi, ¿aún no te has dado cuenta? Para casarte necesitas un novio, para eso precisas salir, conocer gente... qué se yo. ¿Acaso me caería un novio del cielo?
Él se echó a reír.
—¿Quién sabe? De por ahí te aparece uno en el sitio menos esperado —bromeó.
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Todos los tonos de tu alma ©
RomantizmSabrina tiene un nuevo vecino, un chico muy guapo y ruidoso. O a lo mejor es que las paredes del edificio son de cartón y ella puede oír todo, tanto cuando enloquece con la batería a las dos de la madrugada o cuando lleva chicas a su casa. Al princi...