Tres adolescentes, atrapados por la monotonía, acaban en un extraño mundo situado en lo más profundo de la Red. Por circunstancias ajenas a ellos se verán envueltos en una guerra entre los Three Musketeers, un grupo de monstruos digitales que se rev...
Hayami y Floramon paseaban por una pequeña playa de algún lugar del Continente Folder. En el mar se dejaban ver numerosos digimon con forma de delfín. La joven consultó sus datos en el Digivice; se llamaban "Rukamon", y que eran de nivel Adulto. Estuvo observándolos en silencio durante un buen rato desde la orilla, mientras la suave brisa marina agitaba con delicadeza su hermoso pelo de color café. Floramon, quien había estado recogiendo algo de fruta para comer, se acercaba lentamente a Hayami, como si no quisiese interrumpir.
—Mira Floramon... esos Rukamon están jugando y disfrutando como si no pasase nada malo. ¿No crees que nosotras también tenemos derecho a no pelear? —Hayami sabía que no obtendría la respuesta que deseaba, pero en el fondo necesitaba que alguien le convenciese para seguir luchando.
—Siempre hay personas que están felices y disfrutando mientras otras sufren, ya sea porque no son conscientes de ese sufrimiento o porque simplemente no les importa. Puedes obviar todo y centrarte en ser feliz, pero eso no cambiará el hecho de que están pasando cosas malas. Esos Rukamon están disfrutando porque nadie les impide hacerlo —contestó Floramon, calmada pero convencida de sus palabras.
—Puede ser... pero las batallas traen víctimas, muerte, destrucción... si nosotras luchamos, solo estaremos contribuyendo a causar más muertes, más destrucción y más víctimas.
—¿Y no crees que quedarnos sin hacer nada al final acabará provocando incluso más víctimas?
—No lo sé... no lo sé, Floramon... —Hayami hablaba mientras sujetaba su Digivice con fuerza, en una mezcla de rabia y dolor.
—Fujioka Hayami, por fin te encuentro. Estaba deseando volver a verte.
Se trataba de una voz proveniente del cielo; era un Mechanorimon, pero no era el digimon el que hablaba, sino el hombre que lo conducía, el tipo con el que se habían topado en la Montaña Dragón cuando fueron a rescatar a Takayuki y a Shiro.
—¿Qué quieres? —preguntó la chica con un tono brusco y despreciativo.
—Presentaros a un digimon que acabamos de remodelar en el Crack Team. No es el primero de su especie, pero cada vez que trabajamos en un prototipo lo optimizamos más que el anterior —contestó Hajime con aires de superioridad.
De detrás del Mechanorimon salió volando un pequeño digimon que estaba formado por una cabeza redonda, dos patas y dos brazos. Carecía de torso, y la mayor parte del cuerpo estaba cubierto por metal; el brazo izquierdo era un cañón, y el derecho parecía una mano normal, pero de ella sobresalían tres cuchillas metálicas.
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