Capítulo XXIII.

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Las cosas no paraban de mejorar desde que habían retornado de Leeds. Aquella salida había marcado un antes y un después en la vida de Louis, quien no podía despegar la mirada de la pulsera de tela que Harry le había regalado para que la tuviera de recuerdo en aquella instancia. Y funcionaba, porque Louis pasaba las tardes mirándola y extrañando a Harry quien se iba por prácticamente todo el día.

Por su parte, Louis había iniciado su terapia con la Dra. Spencer, una amable señora de unos sesenta años que le había ofrecido galletas y té a Louis para comenzar la sesión. La azúcar le ayudó al omega a poder contarle toda su experiencia a la mujer, quien anotaba todo en su pequeña libreta y devolvía preguntas que Louis, como buen guerrero que era, respondía a pesar de que le dolía recordar todas esas cosas. A veces el nudo en la garganta que tenia le impedía contar todo sobre los hechos traumáticos de su vida y simplemente decía que no quería hablar de ello, pero todos los días mejoraba aunque sea un poco y las palabras de aliento de Harry y su constante apoyo durante el tratamiento hacía que Louis sintiera que mejoraba, que cada día estaba un poco más abierto, un poco más curado, un poco más feliz. En fin, todo era por la terapia.

Sin embargo, la verdadera terapia llegaba cuando Harry ponía sus zapatos en la alfombrilla de la entrada todos los días después de las seis de la tarde y entraba a casa con una sonrisa cansada, pero llena de felicidad al igual que todas las sonrisas que Louis le daba como bienvenida. Ambos cruzaban el pasillo con los hombros casi pegados y eventualmente, Harry se atrevió a pasarle el brazo por encima de los hombros para tenerlo más cerca e incluso, le tomaba la mano y la besaba de vez en cuando. Louis se derretía con cada pequeño gesto y cada palabra que Harry soltaba y temía estar volviéndose adicto a él.

Sin embargo, aquella mañana en particular Louis estaba emocionado ante la llegada de Zayn a la casa de Harry. El omega se moría por contarle a su mejor amigo todo lo que había pasado en Leeds y de lo increíblemente feliz que era en esa casa, junto a ese alfa. En ese punto, Louis no lo sabía, pero Zayn también tenía mucho que contar. El día en que Harry y Louis se fueron a Leeds, el beta estaba metido en una sastrería con Liam y cada vez que lo recordaba le daban escalofríos.

Zayn estaba empezando a entender que si no mantenía a raya a Liam, las cosas podrían descontrolarse rápidamente y él, por su parte, no haría mucho para detener lo que estaba pasando entre ambos.

Cuando el beta llegó a la casa de Harry, Louis decidió darle un tour por la casa, dejando para el último el garaje con la colección de autos de Harry.

— Este lugar es increíble, Louis. — Dijo Zayn, aún maravillado con la arquitectura de la casa y la amplitud de los espacios. Nada parecido al mugriento departamento que su amigo solía compartir con el loco de su ex novio. — Estoy muy feliz por ti.

— Aún no me acostumbro en verdad, todo es muy grande y a veces me siento solo, pero intento mantenerme ocupado. — Responde el omega. — Tengo un par de proyectos que quiero mostrarte.

— Te sigo, por mientras, ¿Cómo va todo con Harry? ¿Dónde estuviste estos días que ni el teléfono fuiste capaz de contestar?

Louis no pudo evitar sonrojarse antes de empezar a contarle a Zayn todo lo que había ocurrido en Leeds mientras cruzaban el pasillo en dirección al garaje. El beta escuchó atentamente el relato de su amigo y se detuvo a observar un par de veces como los ojos de Louis se iluminaban cuando hablaba del alfa y de lo paciente, atento y cariñoso que era con él. Zayn supo que su amigo se había enamorado y dentro de él, sin quererlo, la envidia se esparció por el cuerpo de Malik. Él también quería amar de esa manera, él también quería sentir lo que Louis sentía cuando estaba en los brazos de Harry, pero nunca había sentido eso, excepto una vez. No pudo evitar estremecerse al recordarlo.

Adicto. | l.s (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora