Capítulo XXIX.

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Louis apenas llegó vivo al hospital. De primeras, el pescador que lo encontró de suerte vagando en el mar se encontraba lejos de la costa y tardaron lo suyo en llegar al muelle para que la ambulancia lo trasladara a un centro de asistencia más cercano, el cual no se encontraba en el pueblito donde los dos pescadores artesanales lo habían encontrado, sino que tuvieron que conducir como locos por las escarpadas carreteras italianas con vistas al mar mediterráneo para poder llegar a la humilde localidad de Sorrento, un pequeño municipio costero olvidado en el suroeste italiano, con miras al imponente e inmenso golfo de Nápoles, mientras uno de ellos se dedicó en intentar mantener a Louis vivo aplicando RCP como un loco, luchando contra los evidentes síntomas de ahogamiento que el omega cargaba en su rostro azul.

Tardaron casi una hora en llegar al hospital, pero cuando lo hicieron, los médicos actuaron más rápido de lo usual al notar que Louis había llegado con hipotermia y posiblemente, con algo de agua no solo en los pulmones, sino que bloqueando en parte el oxigeno que llegaba a su cerebro, siendo esto constatado por el hecho de que había permanecido inconsciente en todo momento y que no daba ninguna respuesta prácticamente de ningún tipo.

Finalmente, quedó internado y lograron estabilizarlo casi de milagro, pero ni el peligro ni la muerte habían librado de Louis todavía. Los médicos, expertos en su trabajo, escribieron un reporte que daba cuenta de todo lo que el cuerpo de Louis demostraba encima y el diagnóstico incluía contusiones en prácticamente todo el cuerpo, una fractura importante en la muñeca, el brazo, una pierna y un par de costillas de su lado izquierdo. Lo que más preocupaba, era que Louis no demostraba demasiados signos de querer despertar y el daño en su cerebro era una incógnita que los médicos no quisieron preguntarse, después de todo, ya tenían demasiados problemas intentando identificarlo.

Así que ahí se quedó, inmóvil, luchando entre la vida y la muerte por lo menos las primeras setenta y dos horas que estuvo conectado y vigilado por el equipo médico.

Tras las primeras horas cruciales, Louis terminó por responder bien al tratamiento y mientras vagaba en la oscuridad de su mente, en aquel pequeño hospital rural, se había vuelto todo un misterio que los italianos intentaban resolver, sobre todo porque tenían una ficha médica que rellenar y hasta ese entonces, lo único que sabían de él era que era un omega masculino sin marca.

Producto de los prejuicios de su condición, de las heridas en su cuerpo y de que tampoco podían hablar con él, constataron en la ficha un supuesto intento de suicidio que salió mal como la hipótesis más probable y fue así como simplemente esperaron lo mejor para él, después de todo, sus chances de supervivencia eran apenas un cincuenta cincuenta, porque a pesar de que estaba estable, ¿Qué lo separaba de una muerte cerebral? ¿Cuánto tiempo podrían esperar a que este omega desconocido despertara si tampoco nadie podía identificarlo?

Era un caso realmente problemático, pues no sabían si despertaría. Esperaron pacientemente durante los primeros cinco días para estabilizarlo antes de decidir tomarle pruebas neurológicas y determinar el estado de su cerebro, el cual evidentemente había sufrido un traumatismo importante no solo el impacto del salto al mar, sino que también este pudo haberse visto comprometido por el tiempo que Louis pasó flotando en el mar.

Por suerte, Louis demostraba actividad. Su cerebro estaba vivo, su mente, sus recuerdos, estaban ahí, sin embargo, todos en la sala tenían claro que todo aquello no significaba nada. Louis podría despertar... o no.

El doctor Bianchi, un profesional de la medicina general por más de treinta años, sabía que en aquellos casos, lo único que quedaba era esperar. La pregunta era cuánto porque eventualmente, si no despertaba, tendrían que desconectarlo. No existía un escenario posible donde lo mantuvieran conectado ni siquiera seis meses, incluso siendo generoso, porque todo concluiría a que el omega se mantendría dentro de ese sueño profundo para siempre y los fondos destinados a la salud pública de la pequeña localidad de Sorrento eran limitados, y tampoco podrían soportar el gasto de estar ocupando meses una cama y recursos que un residente de la localidad necesitase.

Adicto. | l.s (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora