Capítulo XXX.

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El alfa pasó una semana exacta en oscuridad plena, con un plato de comida al día y haciendo sus necesidades a menos de un metro del lugar de donde dormía. Sin embargo, de toda la experiencia, a pesar de la claustrofobia, el hambre, la falta de luz, la fatiga, el insomnio, los olores y la incomodidad, lo peor siempre fue el silencio interno que retumbaba en Harry, el cual se había vuelto más fuerte dentro de él.

Ahí dentro, solo estaba consigo mismo y sus pensamientos, era casi como si lo hubieran tirado a la jaula de los leones. El alfa siempre se había considerado una persona con una fortaleza mental bastante trabajada, pero cada hora dentro fue un infierno porque cada pensamiento era peor que el anterior.

Cada vez que el rostro de Louis aparecía, también lo hacían los italianos, también lo hacían sus gritos por el teléfono y todo lo de aquel día, del cual ya habían pasado un par de meses, pero ahí dentro, todo estaba detenido para caerle encima una vez pusiera un pie fuera de la cárcel. Y en tal caso, estar encerrado en esa tortura en ese preciso momento, no era una idea tan mala.

Fue liberado gracias a Olivia, por supuesto. La abogada no dudó en alzar la voz un par de decibeles más altos cuando los gendarmes daban respuestas confusas con respecto al estado de Harry y no tardó ni tres llamadas de teléfono para que el alfa fuera liberado.

Todo el mundo sabría que una mujer como ella no se quedaría contenta hasta obtener lo que quería y ese día, se había acercado a la penitenciaría con la intención de entregarle a Harry buenas noticias: finalmente tendrían la audiencia más importante del juicio, aquella donde tendrían la oportunidad de esquivar la cárcel.

Sin embargo, como un sabueso con buen olfato, Olivia sintió que algo no encajaba cuando comenzaron a ponerle tantas trabas para ver a su cliente. Así que no tuvo alternativa que sacar su mejor tono y su mejor cara antes de sentarse en la sala de espera dispuesta a esperar lo que fuese necesario mientras hacía las llamadas que tenía que hacer para que Harry fuese liberado y mandaba a traer un montón de otras cosas cuando entendió que todo aquello iba para largo.

Los gendarmes entendieron que el procedimiento sumario que les caería encima no valía la pena en comparación a la libertad de un reo que había apuñalado a otro en mitad del almuerzo, así que se susurraron un par de cosas y más pronto que tarde, Harry terminó por escuchar unos pasos acelerados fuera de su cubículo y la luz se coló de forma violenta en la habitación.

— Arriba. — Ordenó. El gendarme entró sin titubeos y tomó a Harry de la camiseta, levantándolo con fuerza. El alfa no puso demasiada resistencia y se dejó arrastrar hacia la luz, la cual lo tenía cegado por completo.

Como estaba ciego, no pudo ver que eran las duchas a donde se dirigían. El gendarme le pegó un empujón leve una vez se encontraron frente a la pared de cerámica que terminó por hacer que Harry chocase contra ella producto que aún no terminaba por acostumbrar sus ojos a la luz.

— Sácate la ropa. — Con los ojos cerrados, Harry terminó por voltear la cabeza hacia su espalda, que era de donde escuchaba la voz del gendarme.

— ¿Qué?

— Rápido, tienes visita. — Y sin esperar una respuesta del alfa, el gendarme dio un par de pasos hacia adelante y abrió el grifo de la ducha, provocando que una ráfaga de agua congelada cayera sobre la espalda de Harry. — Rápido.

Con la ropa puesta, el entumecimiento era aún peor, así que temblando de un lado a otro, Styles terminó por sacarse la camiseta y meterse de lleno bajo el grifo para poder capear el frío del agua de una sola vez mientras terminaba por sacarse los pantalones y los restos de su ropa hasta quedar desnudo.

Levantó el rostro hacia la ducha y aprovecho de lavar su cabello rápidamente incluso cuando el agua gélida ya apenas le permitía moverse. No pudo terminar como él hubiese querido pues el guardia volvió a dar dos pasos adelante para cerrarle el grifo y lanzarle una toalla sobre la cabeza.

Adicto. | l.s (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora