Prólogo.

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Juntó sus manos y las puso sobre su boca, que lanzaba pequeñas dosis de aire caliente para intentar que sus dedos congelados volvieran a temperatura normal.

Kyle estaba acomodando las líneas de polvo blanco en la mesa de centro con una tarjeta de crédito vieja. Puso un dedo a un lado de su nariz y aspiró dos líneas en un movimiento.

— Se siente tan bien, Lou.

Era cierto. El cuerpo de Louis parecía respirar cada vez que Kyle se drogaba, era como si él mismo se drogara y sintiera un alivio recorrerle la sangre.

— Iré a darme una ducha. — Anunció el ojiazul.

— Espera un segundo. — Kyle se levantó con una cerveza en la mano y puso una sonrisa de lado en su rostro. — ¿Te escondes de mí, putita?

Louis negó. Kyle acercó su rostro al cuello del menor y comenzó a besarlo. El omega pudo sentir como las feromonas del alfa comenzaban a inundar el aire que respiraban y lo ahogaba. Seguramente, cualquier omega estaría aterrado y Louis lo estaba, sin embargo, ya estaba acostumbrado a toda esa situación y hasta ese punto, ya sabía cómo controlar su miedo, sus feromonas y su dolor.

Sinceramente, Louis no tenía ganas de nada. Solamente quería dejar su cuerpo bajo el agua caliente y descansar sus músculos después de un largo día de trabajo, pero si Kyle quería otra cosa, tendría que renunciar a su descanso, porque él era alfa y se hacía lo que el alfa decía, eso era lo que había aprendido desde que había comenzado su relación con Kyle.

Esa era la regla más importante en su relación.

— Vamos, no te hagas la difícil. — Kyle lo volteó, dejó  la cerveza derramándose en el suelo mientras con sus ambas manos sostenía firmemente los brazos de Louis, evitando que se moviera y dejándole probablemente, los dedos marcados en la piel. Puso su erección en el trasero del omega, quien todavía no lograba dilatarse y ya sentía el dolor que se venía colándose por sus huesos.

En menos de dos minutos, Louis ya estaba caminando con pasos torpes y forzados hasta la cama, con Kyle besándole de forma bestial todo el cuerpo mientras Louis hacía lo de siempre: dejarse llevar.

Le dolió un infierno cuando el alfa estuvo dentro, ya que la dulzura no era una de las características dominantes en Kyle y Louis lo sabía, lo había aceptado hace mucho, desde que su novio había dejado de ser el chico amable y sonriente que había conocido por pura casualidad en el parque.

Así que, diez minutos después él estaba ahí, con el nudo de Kyle hinchado dentro de él, mientras él mismo soltaba pequeños gruñidos por los cuales Louis asumió que se había quedado dormido.

Se quedó quieto con el frío de su gris habitación calándose por debajo de su piel desnuda. Se preguntó cómo demonios había llegado a eso, en qué momento su vida había tomado ese giro.

Recordó cuando vivía con sus padres y sus hermanas. Louis era un orgulloso pero era capaz de admitir que los extrañaba. Extrañaba la mirada compasiva de su madre ante la inexpresiva mirada de su padrastro; extrañaba la risa de sus hermanas y los juegos en la casa de muñecas en los que siempre terminaba metido incluso si se hacía el difícil; extrañaba la calidez de su hogar y el olor a pan tostado y café con el que despertaba cada mañana.

Todos esos recuerdo se desvanecían lentamente por las paredes, dejándolo en aquella fría realidad que él había escogido para sí mismo, aquella que en su momento deseó con tantas fuerzas y que en ese momento parecía hundirlo en el profundo océano cada vez más y más sin que él pudiera notarlo debido a la cinta que tenía en los ojos.

Adicto. | l.s (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora