Capítulo IV.

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Louis frunció el ceño, en cierta forma confundido pero también molesto.

— ¿Por qué no quieres? ¿Mi dinero te da alergia?

Harry soltó una carcajada.

— Lo que me da alergia es que te metas esas porquerías. — Confesó.

— Tú vendes esas porquerias.

— Claro, pero no a ti, al menos, ya no más.

La verdad, seguía sin entenderlo.

— ¿Por qué no?

— Porque no. — Respondió sencillamente, con la voz ronca y tranquila. El desconcierto de Louis crecía segundo a segundo.

De acuerdo, al diablo.

— ¿Sabes qué? No te seguiré rogando si no quieres venderme. Londres es grande y de seguro hay otros vendedores dispuestos a hacer negocios y de seguro son más amables que tú y venden m-mejores cosas que tú y... — Eres un idiota. Quiso decírselo, pero no lo hizo.

— Realmente lo dudo, Louis. — Harry hablaba despacio y con una sonrisa en los labios que había terminado por desquiciar al omega.

— No eres el único narcotraficante del país.

— Por supuesto que no. — Harry descansó su mentón en una mano, inclinándose hacia adelante con sus ojos esmeralda pegados en la figura de Louis, genuinamente encantado con la reacción del ojiazul. — Te deseo suerte, espero que encuentres lo que andas buscando, principito.

Louis se puso la bufanda de nuevo y caminó fuera de la oficina con pasos largos y furiosos, dando un portazo antes de irse.

— Imbécil. — Susurró para sí mismo una vez que estuvo fuera. Comenzó a caminar hasta la puerta del club aún bastante irritado por la actitud que Harry había tomado con él.

Decidió respirar profundo, calmarse y comenzar a buscar soluciones. No sería tan difícil encontrar a otro vendedor, en Londres muchas personas se drogaban y de seguro había una amplia oferta ante la gran demanda. Harry podía quedarse sus drogas y su extraña preocupación por él, Louis no las necesitaba.

Comenzó a moverse por los alrededor del club al principio, preguntándole a muchas personas si tenían contactos para vender. Muchos de los vendedores que Louis visitó al principio se veían dispuestos a vender, sin embargo, al cabo de un rato, se negaban, y Louis no entendía porqué.

Caminó durante muchas horas, incluso ya era de noche y no había conseguido comprar absolutamente nada. Estaba furioso. Estúpido Harry. ¿Quién demonios se creía para prohibirle comprar drogas? No eran ni siquiera amigos, solamente era un alfa bastante aburrido que no paraba de entrometerse en sus asuntos y Louis ya estaba harto.

Las temperaturas en Londres comenzaron a bajar y Louis se estremeció. Ocultó la mitad de su cara debajo de la bufanda y guardó las manos en sus bolsillos. Ya llevaba horas recorriendo los distintos barrios y estaba harto. Harto de las mismas respuestas, harto del frío, harto de perder el tiempo y harto de encontrarse pensando en esos ojos verdes que en su mente se burlaban de él ante cada negativa que recibía cuando preguntaba por drogas. Dobló la calle, metiéndose por unos descuidados edificios y cuando miró hacia adelante pudo ver una cara conocida que sobresalía entre un montón de hombres vestidos de negro.

Dimitri, aquel beta que había comenzado a pelear en el Enigma cuando Louis conoció a Harry, estaba ahí, con su traje elegante e impecable casi como una réplica exacta de aquella noche en el club. El beta sonreía con un cigarrillo entre sus dientes y charlaba animadamente con los otros hombres, los mismos que habían estado con él en el club y que saltaron a defenderlo cuando Joaquín, el otro vendedor, le golpeó.

Adicto. | l.s (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora