Capítulo 11

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Estuve buscando a Gael en clases aquella mañana. No lo encontré en las primeras horas, por lo que supuse que no había asistido otra vez. Para ser tan bueno en clases, faltaba con mucha constancia. Aunque me preocupaba que reprobara algún examen o evaluación, yo sabía que su inteligencia y rapidez para aprender, era superior a la del resto.

No había dejado de pensar en él y en sus tibios labios en varios días. No lo vi luego de aquella tarde, pero tampoco lo saqué de mis pensamientos. Desde ese día, aún con mis problemas y moretones, estaba de buen humor casi siempre, sonreía muy a menudo y evocaba recuerdos que me hacían desconectarme rápidamente de la realidad.

No sabía muy bien qué sucedería con nosotros luego de aquel inesperado e improvisado encuentro. Tal vez volviera a tratarme seco, como siempre, o quizás fuera dulce y comprensible, como cuando estábamos solos. O también existía la muy remota posibilidad de que no quisiera mirarme más. Y si era el caso, lo entendería, aunque me costara.

Estaba en la entrada con mis amigos sentada en una mesa, tratando de concentrarme en mi lectura cuando Alex se acercó y se integró, tomando asiento a mi lado.

Quise preguntarle enseguida por mi reloj, pues hasta la fecha no me lo había entregado, pero debía saludarlo antes, para ser cortés.

-¿Que hay de nuevo, Leria? -se me adelantó él, husmeando en mi libro-. ¿Que estás leyendo?

-Nada interesante... -dejé mi lectura para mirarlo a los ojos-. ¿Donde te has metido estos días?

-Estaba muy ocupado huyendo de ustedes -bromeó en voz alta para todos.

-De hecho nosotros también huímos de ti, que desgracia que nos hayas encontrado -se burló Alana.

Soltamos una risita ligera y pronto todos regresaron a sus conversaciones y teléfonos como si nada. Me quedé ahí en silencio, esperando que Alex dijera algo referente a mi preciado reloj, cuando de pronto sentí su agarre en mi muñeca izquierda.

Me sobresalté un poco ante su tacto y mirada sobre esta, algunas marcas se notaban un poco en mi piel, y seguía sintiendo vergüenza cuando me escrutaban de la forma en la que él lo hacía. Sin embargo, no hice nada al respecto más que ser víctima de mis nervios y mi piel erizándose con su toque. Miré su acción, cuando sacó de su bolsillo mi preciado tesoro y me lo colocó, con mucho cuidado.

Esperaba que nadie se diera cuenta de lo que hacía, de la forma en la que se tomaba con lentitud su trabajo para aprovechar y examinar mis marcas. De seguro ya le habían contado de mi situación, aún así, me preocupaba que preguntara algo al respecto.

Cuando terminó, busqué su mirada verde, y me sonrió con mucha calidez y confianza. Alex era distinto a los demás. Su mirada me transmitía mucha calma, y su sonrisa siempre me hacía querer sonreírle de vuelta.

-Olvidé pedírtelo -susurré con algo de vergüenza, y las mejillas sonrojadas.

-Yo olvidé dártelo.

Ambos soltamos una risita al mismo tiempo, sin soltarnos la mirada.

-Me alegra que lo hayas traído, mi muñeca se sentía vacía sin él.

-Lo cuidé muy bien, no debes preocuparte.

Sonreí mostrándole mis dientes en agradecimiento, cuando a lo lejos, sentí una mirada sobre mí. Busqué por reflejo aquellos ojos fríos e inquebrantables puestos sobre mí, mientras con descuido estaba apoyado en la entrada, escuchando a otro chico hablarle.

Mi corazón casi estalla de ansias al mirar a Gael desde tan lejos fijándose en mí, con su expresión dura e intachable, sin molestarse en volver a mirarme con cariño, como la última vez.

Los Demonios de Gael ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora