Nos pareció una muy excelente idea dormir todos juntos aquella primera noche. El fin de aquel viaje era estar juntos, y compartir lo que fuera que tuviéramos para compartir; durmiendo en habitaciones separadas no sé sentiría ni de chiste igual que aquello que hacíamos.
Colchones, bolsas, almohadas por todos lados, y muchas risas. Mi sistema nervioso se encontraba sensible, muy receptivo. Mi cabeza dolía, y podía sentir cada parte del mareo instalarse en lo más profundo de mi ser. Tambaleando, y con dificultad logré llegar hasta el colchón donde dormiría con Luigi, y Mabel.
No había tomado más de cinco copas, y me sentía verdaderamente mal. Mi cuerpo no habia sido fabricado para consumir licor; esa parte de mis genes había sido cortada de raíz apenas mi padre comenzó a ser un idiota. No quería volver a tomar en toda mi existencia. Y aunque estaba incómoda por mi mareo, agradecía que me hubiesen quitado las dudas y la curiosidad de probar qué se sentía ingerir alcohol. Le sonreí a Luigi mientras acariciaba su rostro, mostrándole todo mi agradecimiento.
-¿Podrías quitar tus ojos de sus pechos por unos cinco minutos al menos? -susurré en su oído, para que solo él pudiera escucharme.
Me miró una milésima de segundo, y luego de sonreírme de manera pícara, volvió a posar sus preciosas esmeraldas sobre el escote de Mabel, a nuestro lado, quien miraba su celular distraída, sin ser testigo del deseo que desató aquella mañana en su amigo de toda la vida.
-Quiero que lo note.
-¿Qué hay de Paulina?
Se encogió de hombros, y se quedó de medio lado, con su cabeza apoyada en su mano, sostenida por su codo, sin dejar de mirar su objetivo.
-Paulina y yo no estamos en una relación, tu lo sabes.
-Pero siguen juntos.
-A veces, por temporadas se queda conmigo, y compartimos... ya sabes. Pero no es, ni será más que eso -se sinceró, ésta vez dedicándome una mirada fugaz.
Asentí cuando terminé de comprenderlo. Mabel a mi lado no se percataba de la situación. Todos estábamos tan distraídos, y algunos tan borrachos que nadie se inmutaba de lo que sucedía en el colchón donde dormía.
-Es tu amiga de toda la vida, ¿como la puedes ver con esos ojos? -me acerqué más a su cuerpo, dejándome rodear por su brazo libre, sintiéndome tan cómoda bajo sus músculos, y tan segura.
Cerré mis párpados, y me perdí en su refrescante aroma. Él besó mi coronilla, suave, y con mucha dulzura.
-Yo no perdono nada, Leria.
Solté una risita ligera, que me pareció como un carcajada muy vergonzosa, y él, se me unió al notar la sensibilidad de mi estado. Sacudí la cabeza cuando el mareo se intensificó una vez más.
-¿Y qué hay de Alex? -me susurró aún mas bajito.
Entre las risas y las anécdotas de mis amigos ebrios, supe que nadie pudo escuchar aquella conversación tan íntima, y agradecí internamente por ello.
-Pues, no hay nada.
-¿Pero podría haber?
Su pregunta, no sonó a pregunta.
Le sonreí. Y en mi pecho, el recuerdo de Gael se hizo presente.
-Sabes lo que está sucediendo conmigo ahora mismo. No estoy para esto.
Asintió, comprendiendo mi mensaje. Y luego de una mirada dulce de sus ojos, se acomodó hasta el punto de quedar acostado, abrazándome, muy cerca de mí, de mi pecho cálido.
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Los Demonios de Gael ©
Dla nastolatkówCuando Leria conoce a Gael, las secuelas de su noche secuestrada no dejan de advertirle el peligro que acecha la mirada fría de aquel chico tatuado. El miedo no solo se apodera de ella cada vez que él se acerca. El miedo también vive en él, cuando s...