Capítulo 28

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Nos pareció una muy excelente idea dormir todos juntos aquella primera noche. El fin de aquel viaje era estar juntos, y compartir lo que fuera que tuviéramos para compartir; durmiendo en habitaciones separadas no sé sentiría ni de chiste igual que aquello que hacíamos.

Colchones, bolsas, almohadas por todos lados, y muchas risas. Mi sistema nervioso se encontraba sensible, muy receptivo. Mi cabeza dolía, y podía sentir cada parte del mareo instalarse en lo más profundo de mi ser. Tambaleando, y con dificultad logré llegar hasta el colchón donde dormiría con Luigi, y Mabel.

No había tomado más de cinco copas, y me sentía verdaderamente mal. Mi cuerpo no habia sido fabricado para consumir licor; esa parte de mis genes había sido cortada de raíz apenas mi padre comenzó a ser un idiota. No quería volver a tomar en toda mi existencia. Y aunque estaba incómoda por mi mareo, agradecía que me hubiesen quitado las dudas y la curiosidad de probar qué se sentía ingerir alcohol. Le sonreí a Luigi mientras acariciaba su rostro, mostrándole todo mi agradecimiento.

-¿Podrías quitar tus ojos de sus pechos por unos cinco minutos al menos? -susurré en su oído, para que solo él pudiera escucharme.

Me miró una milésima de segundo, y luego de sonreírme de manera pícara, volvió a posar sus preciosas esmeraldas sobre el escote de Mabel, a nuestro lado, quien miraba su celular distraída, sin ser testigo del deseo que desató aquella mañana en su amigo de toda la vida.

-Quiero que lo note.

-¿Qué hay de Paulina?

Se encogió de hombros, y se quedó de medio lado, con su cabeza apoyada en su mano, sostenida por su codo, sin dejar de mirar su objetivo.

-Paulina y yo no estamos en una relación, tu lo sabes.

-Pero siguen juntos.

-A veces, por temporadas se queda conmigo, y compartimos... ya sabes. Pero no es, ni será más que eso -se sinceró, ésta vez dedicándome una mirada fugaz.

Asentí cuando terminé de comprenderlo. Mabel a mi lado no se percataba de la situación. Todos estábamos tan distraídos, y algunos tan borrachos que nadie se inmutaba de lo que sucedía en el colchón donde dormía.

-Es tu amiga de toda la vida, ¿como la puedes ver con esos ojos? -me acerqué más a su cuerpo, dejándome rodear por su brazo libre, sintiéndome tan cómoda bajo sus músculos, y tan segura.

Cerré mis párpados, y me perdí en su refrescante aroma. Él besó mi coronilla, suave, y con mucha dulzura.

-Yo no perdono nada, Leria.

Solté una risita ligera, que me pareció como un carcajada muy vergonzosa, y él, se me unió al notar la sensibilidad de mi estado. Sacudí la cabeza cuando el mareo se intensificó una vez más.

-¿Y qué hay de Alex? -me susurró aún mas bajito.

Entre las risas y las anécdotas de mis amigos ebrios, supe que nadie pudo escuchar aquella conversación tan íntima, y agradecí internamente por ello.

-Pues, no hay nada.

-¿Pero podría haber?

Su pregunta, no sonó a pregunta.

Le sonreí. Y en mi pecho, el recuerdo de Gael se hizo presente.

-Sabes lo que está sucediendo conmigo ahora mismo. No estoy para esto.

Asintió, comprendiendo mi mensaje. Y luego de una mirada dulce de sus ojos, se acomodó hasta el punto de quedar acostado, abrazándome, muy cerca de mí, de mi pecho cálido.

Los Demonios de Gael ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora