Capítulo 26

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Había pasado la mañana entera acompañada de mis amigos. Fuimos a comer, fuimos a la casa de Alana por ropa decente para mí, y terminamos de algún modo en la playa, mirando cómo los chicos se revolcaban en la arena luchando, observando también a Alana pelear con Evan porque la metió a la fuerza al agua. Alex, Casey y yo nos sentamos sobre una gran roca a reírnos con las historias que mi amiga soltaba. Y mientras comíamos un paquete jumbo de papas, no dejábamos de apreciar la hermosa vista que se ceñía sobre todos.

Ya era bastante tarde. Iba a atardecer ya cuando Billy tomó a Alana y la llevó convenciéndola de querer enterrarla en la arena.

Alex me compartió de sus papas y yo de las mías, mientras la bolita de pelos ladraba, corría y se revolcaba en la arena, haciéndonos saber que estaba sano.

—Me preocupaba que el golpe le hubiese hecho daño. Me alivia tanto saber que está bien —confesé, en un murmullo tímido.

—Es un perro muy valiente. Hacen un buen equipo ustedes dos.

—¿Parecería una loca si confesara que creo que tiene su propia personalidad?

Soltó una carcajada burlona y yo me apené un poco.

—Sí la tiene, sin duda alguna.

Entre risas, pude sentir cómo con algo de disimulo, subió su pierna encima de la mía, haciendo que nuestros cuerpos quedaran entrelazados entre sí. Aunque su toque me puso nerviosa, tomé la decisión de ignorar las ansias y fijar mi vista en el grupo, que corrían y reían en la orilla del mar.

—¿Puedo preguntarte qué piensas hacer hoy? —soltó él, mostrando mucha inseguridad en su tono.

—¿A que te refieres?

Busqué sus brillantes ojos verdes. Acercó lentamente su rostro al mío, creando un aura de confidencialidad que solo ambos pudimos comprender.

—Leria, no quiero ser inoportuno pero... si deseas no llegar a tu casa hoy, quiero que sepas que puedes quedarte en la mía...

Oh...

Mi corazón. Pude sentir como casi explotaba de amor y ternura. Alex era tan increíble.

Evité a toda costa pensar en qué haría esa noche, porque era justo lo que mas me preocupaba.

Mi papá, mi mamá, Gael...

Tomé su mano, mostrándole mi agradecimiento y le dediqué la mirada mas sincera que tenía, dándole todo mi cariño en ese simple gesto.

—Alex, es lo mas estúpido que me has podido decir en el día... pero eres brillante.

—No sé si eso sea precisamente un halago.

—Lo es.

Me levanté, sacudiendo los shorts de Alana y le tendí mi mano, sonriéndole con mucha confianza, invitándolo a levantarse conmigo, y acompañarme.

—Si me acompañas a hablar con mi madre, mi bolita de pelos y yo dormiremos contigo esta noche.

Pude percibir la emoción que eso le causó, pues tomó mi mano y se levantó para luego darme la sonrisa mas preciosa que jamás me habia mostrado. Asintió feliz, y supe en ese instante que quiso hacer más que solo sonreír.

Tiré de su mano y lo llevé a rastras conmigo hacia el agua.

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Alex estacionó cerca de la entrada y salida de personal del hospital, y una parte de mí sintió muchísimo alivio al no tener que dar el paso yo sola. Miré a mi amigo a mi lado, observándome ya desde algunos segundos, sonriéndome, dándome los ánimos que necesitaba para bajar e ir a enfrentarla.

Los Demonios de Gael ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora