Capítulo 6

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Dos días había estado Gael ignorándome en clases, como si yo nunca hubiese formado parte de su vida. Tal vez después de todo, así era y solo me había hecho ilusiones de que lo nuestro fuera algo recíproco. No podía dejar de mirarlo en la cafetería en los pasillos sin que mi corazón diera un brinco. Yo debía reconocer lo que comenzaba a sentir por el muchacho tatuado de mi clase. Pero sabía que estaba mal, que no debía acercarme a él, que no debía hablarle si no fuera para hacer nuestros deberes.

Aún así, era inevitable no tenerlo en mi mente todo el día.

Alex se había integrado muy bien a nuestro círculo social. Mabel de vez en cuando solía lanzarle miradas coquetas o rozar sus muslos contra los de él cuando creía que nadie la miraba. Sin embargo, él no parecía inmutarse de ello. Quizá era tan lento como yo para entender ciertas cosas.

Esa tarde nos encontrábamos en el jardín, sentados en una mesa, bromeando y tomándonos fotos, pasándola bien en el grupo, ignorando al resto, cuando Alex me susurró aquella pregunta con discreción.

—¿Qué te pasó en el labio?

Recordé sus dedos limpiándome...

—Me caí de la cama, soy tan torpe.

Que cama tan interesante.

Una vez más aquella frase que me descolocaba de mis sentidos. Solté un pequeño escalofrío por la forma tan familiar en la que lo dijo, evocando recuerdos indeseados de mi noche secuestrada. Me parecía tan familiar la forma en la que pronunciaba aquella frase, que otra vez mis nervios se dispararon.

—Todos dicen eso... —susurré más para mí misma, que para él.

Tomé un sorbo de mi jugo sin notar que ya estaba temblando. Jugué con mis dedos en mis muslos y bajé la mirada, siendo presa de aquella sensación de paranoia tan familiar.

—Leria, ya viste la foto de la cabaña que los papás de Alex compraron en lynnwood —me sacó Mabel de mis casillas.

—¿Eh?

—Sí, algún día quizás podamos ir de viaje. Está muy cerca de aquí y el paisaje es encantador

Alex sacó su teléfono y me mostró fotos de una cabaña vacacional lujosa y amplia, con jardines extensos, justo a un lado de donde el bosque comenzaba.

El bosque...

Elegir temerle a los bosques, limitaba toda posibilidad de poder darle algun tipo de disfrute a ellos. No quería estar toda la vida sintiendo pánico cada vez que alguien mencionaba uno. Así que tomé interés en lo que me narraba y apoyé mi cabeza en mi mano para mirarlo fijo a los ojos. Aquellos ojos tan llamativos y poco ordinarios que tenía.

—Cuéntame más.

—Es un lugar hermoso. El clima es perfecto. Aunque para estos días es probable que haga mucho frío. Estuve hace apenas unas semanas cuando comenzaba la temporada, mis primos y yo nos escapamos un fin de semana entero y, tomamos tanto que cuando regresé no podía recordar casi nada.

Alcé una ceja con una expresión divertida y burlona.

—Oh, resultaste ser borrachín.

—Borrachín, de vez en cuando —se encogió de hombros—, pero mala influencia, jamás.

Guardó su celular en su bolsillo y comenzó a sonreir mientras su palma frotaba su nuca, con nerviosismo.

—Puedo apenas recordar que en un instante, caí a un río cercano a la cabaña y entre dos de mis primos tuvieron que entrar a sacarme porque estaba congelándome.

Los Demonios de Gael ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora