Capítulo 17

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Esperaba sentada en la entrada con mi grupo habitual, manteniendo una conversación, en la cual yo me hallaba ausente como siempre, apoyada sobre el pecho de mi mejor amigo mientras este hablaba con los demás chicos. Yo no podía lograr sentirme tranquila sabiendo que él no había llegado.

Otra vez no se había aparecido en la preparatoria. Tal vez estuviese exagerando, apenas faltaban unos minutos para la primera clase, con suerte él llegaría a tiempo y podría sentarse a mi lado como siempre para contarme sobre su mañana.

-¿Esperas a alguien? -me sacó Alex de mis cavilaciones, susurrándome tan bajo que el grupo no pudo escucharlo.

-Sí. Aunque no sé si llegue por lo menos hasta la segunda clase -le sonreí de medio lado en mi mejor esfuerzo, y lo vi asentir coincidiendo conmigo.

-Mi mamá dice que es de mala educación hacer esperar a una dama -se burló usando un tono infantil y agudo, que vino acompañado de muecas y pestañeos afeminados que me hicieron reír sin poder contener la gracia.

-Estás loco -me atreví a decir, disfrutando de la confianza que se había creado conforme los días pasaban-. Eres gracioso, Alex.

Se detuvo por un momento, con su vista fija en mí, y me sonrió de medio lado, en un gesto genuino que me pareció de lo más tierno. La sonrisa se extendió en sus labios y me mostró sus dientes, muy feliz ante mi confesión.

-Así que crees que soy gracioso -entornó los ojos en un gesto de indignación fingida-. Pues yo creo que tú eres... tierna.

Abrí los ojos con sorpresa, no me esperaba aquello, para ser sincera.

-¿Tierna? -pregunté confusa, y me separé de los brazos de Luigi para acercarme más a él y hacer que la conversación se tornara mucho más íntima.

-Sí, no lo sé, eres distraída, pero también eres inteligente, eres diferente. Creo que eres maravillosa.

Mi corazón se detuvo.

Maravillosa.

Tragué pesado mientras desviaba mi mirada de sus verdes ojos, que ahora comenzaban a incomodarme después de tanto tiempo seguido de sus palabras. ¿Yo era maravillosa ante su mirada? ¿de qué forma? Bajé la mirada nerviosa, sintiendo como acercaba su mano hacia mi hombro y la posaba con sutileza para llamar mi atención.

-No te lo tomes a mal. Lo digo en serio.

Alcé mi mirada hacia sus facciones preocupadas, y antes que pudiese decir algo para defenderme, detrás de él vi su figura parada a unos metros, mirándome desde la distancia fija, de una forma que no supe descifrar. Siendo consciente de mi gesto maleducado, me dirigí con prisa hacia Gael dejando a los demás detrás y corrí hasta que rodeé con mis brazos su musculatura ancha.

Varios segundos pasaron, momentos en los que me dediqué a familiarizarme con su olor, momentos en los que no me correspondió el tan necesitado abrazo, y hundí mi rostro en su pecho, envuelta en una expectativa confusa, pero sin mirarlo para pedírselo a cambio. Pareció darse cuenta de ello, y me devolvió el gesto con la misma fuerza y la misma necesidad, y eso me produjo una sensación de alivio en todo mi sistema. Sus brazos se enroscaron alrededor de mi cintura con firmeza, y me levantó un poco hasta el punto en el que pasé de estar de puntillas a encontrarme elevada. Sonreí contra su cuello y me dejó tocar de nuevo el suelo.

Me separé en busca de su mirada, y lo que me encontré no fue lo que esperé desde un inicio.

-¿Qué sucede? -pregunté ruborizada al ver sus facciones tensas y preocupadas.

-La gente nos ve.

Y de nuevo con aquel incomodo tema, pese a que un día antes habíamos hablado sobre ello con profundidad y firmeza.

Los Demonios de Gael ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora