Capítulo 37

14 3 2
                                    

No supe cuanto tiempo me había quedado dormida en aquel auto, pero pude intuír que fue mucho tiempo. No sabía porqué, pero seguía cansada. Había dormido todo el día, y parte de la noche y seguía agotada. Al abrir los párpados lo primero que vino a mi mente fue la imagen de Casey desangrándose entre los temblorosos brazos de Billy.

Intenté recordar rápidamente donde me encontraba. Seguía en la camioneta de aquellos desconocidos.

Mi cachorro descansaba sin problemas en mi regazo, mientras que Gael, a mi lado, sostenía una conversación en susurros con aquellos hombres. No quise hacer ruido para no hacerles ver que había despertado ya, sin embargo, fue inútil porque varios minutos después, comenzaron a descender la velocidad a la que conducían.

Gael comenzó a tantear mis rodillas desnudas, de manera suave, llamando la atención de mi mascota en el acto.

Buscó mis ojos dormidos, pero no pude corresponderle por mucho tiempo.

—Debemos parar aquí, abrígate.

Le hice caso, me volví a colocar la chaqueta gigante que había dejado horas atrás y me cubrí lo que me fue posible. Cargué a mi perro en mis brazos, tomé mi mochila y miré como el auto se detuvo a orillas de una carretera desolada. Seguía siendo de noche. 

No había más coches cerca. Ni casas, ni letreros, ni personas. Era una zona muy apartada, a la que no había ido antes.

Gael se bajó y yo lo imité.

La noche era fría y solitaria, y el viento helado comenzó a rozarme la piel de los muslos, haciéndome desear tener algo de ropa con que cubrirme de la espesa noche. 

Gael se acercó al copiloto que había bajado la ventanilla, le susurró un par de cosas, y retrocedió para ver como el auto se marchaba por donde habíamos llegado.

Nos quedamos allí, solos, los dos, a orillas de la carretera, delante del bosque, temblando de frío, sin compañía alguna. Esa vez busqué yo su mirada para pedirle explicaciones, sin embargo, antes de que pudiera hablar, él me interrumpió, tomando mi mano helada, sin permiso.

—Hay un par de cosas que quiero pedirte antes de irnos —susurró acercándose a mi rostro, permitiéndome ver como el humo frío brotaba de sus labios al hablar.

Asentí con la cabeza sin saber qué decir, aún confundida, sin ser consciente todavía de lo que estábamos haciendo.

Comenzó a caminar hacia el interior de aquel bosque oscuro, guiándome a mí y a mi cachorro hacia una zona que jamás había visitado en mi vida. Seguí apretujando a mi mascota con mi mano en mi pecho, y sosteniendo la de Gael con la otra. Él me sujetaba con fuerza y determinación, como si deseara hacerme saber que después de tanto tiempo, ahí estaba cuidándome de los animales del bosque y del frío de la noche.

—No me gusta éste lugar, estoy cansada —comencé a quejarme— No puedo caminar tanto tiempo.

—Por favor, resiste un poco más, ya casi llegamos —lo escuché murmurar con un tono avergonzado.

Los ligeros rayos de la luna que me permitían ver muy poco entre tantos árboles, me recordaban que el Gael que tenía a mi lado, también lucía cansado, no solo en su forma de caminar, si no también en la forma en la que me susurraba, casi sin aliento. Él no llevaba nada más que solo una camiseta suave encima, así que pude imaginar todo el frío que estaba sintiendo en aquel instante.

A lo lejos, pude vislumbrar la sombra de lo que parecía ser una motocicleta. El alivio se hizo presente en mi sistema cuando buscó con su mano libre las llaves en su bolsillo, supe de inmediato que no tendríamos que caminar más. 

Los Demonios de Gael ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora