No perteneces aquí

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Capítulo 73

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Lyn

Vittae se despidió de mí de una manera extraña >>nos vemos luego<<  y no un >>vuelvo más tarde<< como siempre acostumbra decirme, esta vez fue como si no fuera a volver, quisiera poder leer su mente, saber que es lo que piensa cuando me mira de esa forma tan singular, solo puedo alcanzar a sentir algunas de sus emociones, es como si me bloqueara, solo puedo sentir sentimientos reprimidos, no se que son, supongo que es una mezcla de todo, pero aún así quisiera saber más de él.

Se alejó rápidamente de mi, no se si es por esa energía que supongo él también sintió, una que es muy parecía a la de Mortem o más bien que es la de Mortem.

Por un momento sentí el impulso de correr hacia él, pero a la misma vez la idea de reencontrarme con él me aterra ¿y si me odia por haberlo dejado?, ¿y si no está feliz de verme?, prefiero quedarme aquí con la esperanza de que él venga a mi y si no lo hace yo iré a buscarlo después, cuando me sienta lista.

En un intento de distraerme de mis miedos camine por aquel jardín que yo misma había creado, camine y camine hasta llegar al límite entre el limbo y la tierra, aquel lugar era una réplica exacta del bosque, con el largo y el gran roble, cuide de las flores innecesariamente pues no necesitan cuidado alguno son eternas y por lo tanto inmarcesibles

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Aunque intentaba estar tranquila la energía de Mortem me abrumaba, era tan difícil tranquilizarme sabiendo que él estaba aquí, imaginé los miles de escenarios de lo que podría pasar si me encontraba con él, recordé todas nuestra aventuras y recé por que él hubiera atesorado con afecto aquellos recuerdos tanto como yo, implore por que no me odiara, no me importaba que él no me amara mientras que aún siguiera siendo ese chico amable y tierno conmigo, podría callar mi amor por él pero no el dolor de que no me quisiera cerca.

Poco a poco fui sintiendo como la energía de Mortem se acercaba más a mi, mi ritmo cardiaco aumento, sentía como si mi corazón fuese a salirse de mi pecho y cada latido era una eternidad, mi respiración era irregular, mis manos sudaban y sentía un nudo en la garganta; tenía miedo, estaba aterrada, nerviosa pero al mismo tiempo había miles de mariposas que revoloteaban en mi estomago, y quería verlo, deseaba verlo y hablar con él más que nada en todo el vasto universo, me emocionaba la idea de nuestro reencuentro aunque temía su reacción.

Aunque estaba de espalda a él podía sentir su vacilación al acercarse a mi y una vez que estuvo a unos cuantos metros de mi di la vuelta y lo miré a los ojos, se veía mucho mejor que cuando lo vi en el bosque.

Me miro por un largo rato con incredulidad, di un paso hacia adelante pero él no retrocedió, se quedó ahí, inmóvil, di otro paso más y le di tiempo de huir, de gritarme, de odiarme, pero no lo hizo, solo se quedó ahí, mirándome con esos profundos y penetrantes ojos oscuros y contradictoriamente brillantes, esos hermosos ojos en los que podía perderme como en un denso bosque, esos que solía ver todos los días, esos que tanto había extrañado.

Estando más cerca de él estiré mi mano hacia su rostro, cerró los ojos en cuanto mi piel hizo contacto con la suya y puso su mano sobre la mía apretándola ligeramente, con mi pulgar limpie una lagrima que amenazaba con correr más allá de su mejilla

—Pensé que no vendrías... —le sonreí

—Tú...¿me recuerdas?

—¿Cómo podría olvidar a mi único amigo? —en cuanto dije eso me abrazo fuertemente

La Muerte También Puede Amar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora