Día 9

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Saliendo con amigos

—¡Jan… ken... pon!

Dos carcajadas estruendosas se escucharon en la sala del Black Needle. Hagima, Mizuki y Koujaku miraron a los dos ebrios, mientras estos se tiraban al suelo riendo sin sentido.

—Deberíamos darles un café —sugirió Mizuki, absolutamente sorprendido de ver a Noiz riendo con Kou, como cualquier chico de su edad—. Muy cargado.
—Déjalos, están divirtiéndose —comentó Hagima, sonriendo de repente.

Mizuki dirigió la mirada hacia Koujaku, quien tenía una pequeña sonrisa dibujada en el rostro. Jamás antes había escuchado a Noiz reír así. Estaba capturado por aquella risa genuinamente juvenil, pero lo que más le asombraba del asunto era que su amante se sentía realmente cómodo con aquellas personas como para permitirse perder el control de esa forma.

Cuando había hablado con Mizuki y sus dos subordinados, ninguno de ellos se había tomado en serio que tuviera una relación con el líder de Ruff Rabbit. Los tres sabían que Koujaku odiaba el Rhyme, y que entre él y “el conejo”, como lo llamaban, solo había habido disputas e insultos. Pero Koujaku lucía tan serio cuando repitió que estaba enamorado y que tenían una relación, que ninguno pudo debatir más sobre el asunto.

Noiz nunca iba con su amante cuando este salía con sus amigos, argumentando que no tenía ganas de conocerlos. La verdad era que no sabía cómo desenvolverse con ellos, y temía ser rechazado. Por eso, se quedaba solo en casa, presa de sus inseguridades.

Lo que más temía era que Koujaku conociera a una mujer y se diera cuenta de que realmente no lo quería. El japonés insistió en que lo acompañara pues quería demostrarle que no tenía nada de qué preocuparse. Luego de mucho negarse, más por cansancio que por convencimiento, Noiz aceptó.

La primera vez, se había mantenido en silencio, pegado a Koujaku y con un gesto hostil que Hagima y Mizuki confundieron con rechazo, pero que Kou entendió como temor e inseguridad. En las reuniones subsecuentes, se dedicó a hacerlo sentir parte del grupo, y poco a poco, Noiz fue aceptando sus atenciones de mejor gana.

Al final, aunque Noiz no era precisamente muy conversador (todo lo contrario de Kou), ambos se llevaban relativamente bien. Pero esa noche, se les habían pasado las copas. Era obvio que a Noiz había logrado confiar en todos lo suficiente como para dejarse llevar así.

—Lo mejor será que lo lleve a casa —Koujaku se levantó del sofá, para acercarse a Noiz, quien al verlo le extendió los brazos en un gesto completamente impropio de él.
—Kou…ja…ku~ —canturreó arrastrando las sílabas —. Kou es muy divertido...
—Ya lo sé —lo rodeó con los brazos para levantarlo del suelo. El rubio lo abrazó y le plantó un beso.
—Te amo, Koujaku…
—Yo también te amo. Ahora, vamos a casa —lo levantó, pasándose el brazo de Noiz por los hombros para sostenerlo. Lo asió con fuerza de la cintura.
—¡Conejito! —gritó Kou desde el suelo—. Eres mi mejor amigo…

Ambos se carcajearon de nuevo. Mizuki se les unió, francamente divertido con la situación.

Nunca, nunca, había pensado que Noiz pudiera aceptarlos así. Toda la animosidad que había sentido por él desapareció, y solo le quedó la sensación de que, si ambos lo decidían, podían ser amigos. Al final, Noiz era de esas pocas personas que conocía su peor error y lo había aceptado a pesar de él.

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Contra el muro

La suave piel tras la oreja de Noiz fue succionada con delicadeza. Ese espacio era uno de los pocos de su cuerpo que, estimulado de la forma correcta, tenía una enorme sensibilidad. Un gemido abandonó sus labios, mientras sus uñas escarbaron en la pared. El delicioso aroma a cedro que flotaba en el ambiente saturó su nariz, y se mezcló con el olor a sándalo y mirra de la piel de Koujaku en un perfume denso y sensual.

Su pecho se pegó más a la pared cuando su amante se recargó en él, inundando su cuerpo de olas de calor mientras sus cuerpos se unían más profundamente. Estaba lleno de su amante por completo, y el mundo exterior había desaparecido. No había nada más que ellos dos y ese momento.

Sus cuerpos se movieron acompasadamente, y los sonidos húmedos que emanaban de ellos brincaron en las paredes añadiendo al ambiente un dejo de impudicia que resultaba delicioso.

El vapor perfumado hizo que sus pieles, de por sí saturadas de humedad salada, se tornaran pegajosas, haciendo el momento aún más indecente. Era justamente esa falta de decoro la que satisfacía a ambos, y por ello, al aumentar el ritmo y el volumen de sus voces, la consciencia de que podían ser escuchados acrecentó el placer exponencialmente.

La cúspide de sus pasiones explotó entre gemidos atronadores y nombres a medio pronunciar. La quietud que siguió se colmó de ternura, y los dos amantes intercambiaron juramentos de amor eterno que no serían olvidados después.

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Notas:

Siempre he pensado que Koujaku, siendo tan sociable, haría que Noiz poco a poco se hiciera un poco menos solitario. Noiz, claro, sin estar acostumbrado a beber, caería de inmediato en las redes del sake que Koujaku y los chicos beben frecuentemente.

La segunda parte me resultó muy agradable de escribir. No quería que se sintiera vulgar dada la consigna, y me esforcé en adornarlo. La pequeña escritora barroca en mi se siente realizada.

Midori+Akai. verde y rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora