Día 24

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Reconciliándose (continuación del drabble del día 23)

La situación había llegado a un punto insostenible para Noiz. En el trabajo tenía todas las habilidades para resolver conflictos, pero a nivel personal no tenía idea de cómo hacerlo. Koujaku llevaba casi una semana durmiendo en otra habitación y a pesar de que Noiz estaba teniendo un periodo relativamente tranquilo en el trabajo, no había visto ni una sola vez. En las mañanas, Koujaku le dejaba el desayuno preparado y se iba más temprano que de costumbre, y cuando el alemán regresaba, su esposo ya estaba durmiendo. El japonés siempre respondía sus llamadas y mensajes, sin embargo, su negativa a volver a la cama matrimonial, y su tono de voz ligeramente cortante, le indicaban a Noiz que continuaba molesto.

Admitía que tenía gran parte de la culpa. Analizando lo que Koujaku le había dicho la noche que discutieron, se daba cuenta de que por mucho tiempo lo había hecho sentir menos. La cuestión monetaria era importante para Koujaku, y Noiz sabía desde el principio que no era en sí debido al dinero, sino a su independencia y su orgullo, los cuales había prometido respetar al nunca ver la profesión de su esposo como algo sin importancia. Sumado a eso, estaba el hecho de que Koujaku había dejado toda su vida en Midorijima para ir con él a condición de que no dudara de su lealtad. Había fallado en las dos cosas más importantes que le había prometido a Koujaku antes de casarse...

El terror de perder a su pareja comenzó a acumularse hasta que no pudo más. La idea de despertar solo otra vez era demasiado horrenda, pues se sentía como si volviera a ser el niño encerrado y aislado que pasaba el día preguntándose cuándo las personas que amaba irían a visitarlo.

El amanecer aún no caía sobre Berlín cuando Noiz entró a la habitación que pertenecía a Koujaku. No era que el japonés realmente la ocupara, pues siempre dormía con su esposo en la habitación principal, pero ahí tenía todas sus posesiones personales y la había decorado a su gusto personal. El japonés dormía pacíficamente sobre su lado izquierdo, y sus cabellos negros estaban desparramados sobre la almohada.

Noiz se recostó y lo abrazó, acurrucándose contra su espalda. Había extrañado mucho su olor.

—¿No puedes dormir? —preguntó Koujaku con voz somnolienta.

—Lo siento. No quería despertarte.

—No importa.

Ambos guardaron silencio en medio de la obscuridad. Pasaron varios largos minutos.

—¿Todavía estás enojado? —preguntó el alemán, temiendo escuchar la respuesta.

—No estoy enojado.

—Oh —la respuesta fue mucho peor de lo que Noiz esperaba. Si no estaba enojado, no tenía idea de que era entonces.

—Me lastimaste —añadió el japonés—. Me duele que dudes de mí y que lo que hago te parezca tan insignificante.

—No es así... —se acurrucó más contra su cuerpo—. Yo... sólo tengo miedo de que te vayas.

—No voy a irme a ningún lado.

Esas palabras tranquilizaron un poco a Noiz. Koujaku siempre había cumplido su promesa de no engañarlo, y lo había apoyado en todas sus decisiones a costa de sí mismo. Siempre había dudado de él sin razón. Se sentía terrible.

—¿Vas... a volver a dormir conmigo?

Koujaku asintió. Amaba a su pareja más que a nadie, y nunca se le hubiera ocurrido irse. Además, el tampoco quería despertar solo otra vez. Se sentía como si hubiera regresado a esos días en Midorijima donde pasaba las noches en vela repitiéndose a sí mismo que nunca podría ser feliz debido a su pasado.

—Te amo, Koujaku.

—Yo también te amo.

Noiz sonrió y hundió la nariz en los cabellos negros de su pareja. Era el primer "te amo" de la semana que le sonaba tan cálido como siempre.

Rudo, mordidas, araños (a petición del público, continuación del drabble de la reconciliación jajaja. Adelanté la entrada porque me aburría esperar hasta dentro de dos días para escribir la reconciliación)

Koujaku se giró para poder ver a Noiz a los ojos. La luz del amanecer comenzaba a golpear las cortinas blancas, iluminando el espacio y mostrando suavemente los tonos esmeraldas y jades de los ojos del alemán. Tomó su mano y la besó. Sabía que había exagerado, pero no estaba seguro de que Noiz hubiera entendido el mensaje de otra forma. Era demasiado lento para entender los sentimientos de los demás y era más fácil para él si lograba sentir algo parecido. Sonaba cruel, pero esa era la forma en la que habían logrado que Noiz comenzara a ponerse en el lugar del otro.

Noiz se perdió en los iris color granate de su pareja. Por un momento, mientras la luz del sol se intensificaba, le pareció que nunca los había visto tan brillantes y profundos como en ese instante.

—Métete bajo las cobijas —susurró Koujaku—. Hace frío.

—Mh... pero...

—Hoy es sábado. No tienes que ir a la oficina.

El ojiverde asintió de inmediato. Al diablo los pendientes, lo más importante era pasar tiempo con su pareja.

Los labios de ambos se encontraron en un beso intenso. Casi una semana sin verse había acumulado todos los besos y toda la pasión que usualmente desahogaban.

Las ropas de ambos fueron desechadas de inmediato, mientras sus labios comenzaban a regalarse una mezcolanza de mordidas y besos que provocó que la temperatura de ambos cuerpos subiera rápidamente. Sin esperar, Koujaku aprisionó las muñecas de Noiz sobre la cabeza de este, y repartió mordidas y besos por todo su torso. La voz del ojiverde se derramó sin control; los roces casi imperceptibles de los labios y la presión seca de los dientes de su esposo continuaron cayendo sin piedad sobre su piel sensibilizada por la espera.

Noiz logró zafar una de sus manos para abrazar a Koujaku, quien ya trabajaba en la parte inferior de su cuerpo para prepararlo prontamente. El alemán hundió las uñas en la espalda ajena, arañando el tatuaje de peonías y dejando marcas rojizas sobre este.

El dolor agudo provocado por los araños hizo que Koujaku suspirara en una mezcla de dolor y anticipación. Besó de nuevo a Noiz, mordiendo ligeramente su lengua. El dulce dolor se derramó por la boca del más joven de golpe, arrancándole un gemido largo y bajo.

Sus cuerpos se unieron finalmente en un vaivén un tanto caótico que aumentó rápidamente de velocidad, hasta que sin aviso, ambos se dejaron ir en la explosiva cúspide de sensaciones.

Unos segundos después todo había terminado. Se miraron a los ojos, en silencio.

No era que debieran pelear más seguido, pero definitivamente debían hacerlo así con más frecuencia.

Midori+Akai. verde y rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora