Día 28

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Haciendo algo ridículo (OTL fue difícil encontrar una idea)

—En serio me voy a morir —rezongó Noiz quitándose el pesado disfraz de conejo que traía puesto.

—Tú dijiste que querías participar —respondió Koujaku mientras le pasaba una botella con agua fresca, que el rubio cogió de inmediato. La abrió y se bebió la mitad del contenido de golpe.

El pelinegro no podía negar que también tenía mucho calor, pero sabía que Noiz, aunque no sentía el calor, sí sentía los malestares causados por este pues no estaba acostumbrado a tales temperaturas. Seguía sin entender porqué se había ofrecido para ayudar con el evento que Benishigure había organizado para los niños de su territorio ese Día del Niño.

—Claro que dije eso, no iba a dejar que vinieras solo donde todas esas tipas van a estar pululando a tu alrededor.

—¿Entonces viniste a cuidarme...? —preguntó provocativamente mientras encendía un cigarrillo.

Noiz frunció el ceño y pasó la mirada por Koujaku, quien aún con el traje de gato negro que llevaba lucía extrañamente sexy.

—Ni lo sueñes, Noiz —dijo de inmediato el pelinegro—. No voy a usar esta cosa en la cama.

—Tch. No tienes imaginación, anciano.

—Mejor te consigo un disfraz sexy de conejo —murmuró mirándolo de arriba abajo.

Las mejillas de Noiz se pusieron rojas de repente, pero luego soltó una risilla traviesa. Tal vez el viejo no era tan aburrido después de todo.

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Haciendo un role play

Koujaku dio una calada a su cigarro mientras observaba con cuidado al chico que bailaba seductoramente frente a él. El muchacho rubio se inclinó hacia el frente para que su trasero, enfundado en un infantil bóxer con pequeños conejos, quedara cerca del rostro del japonés.

Nunca antes se habían visto ni sabían el nombre del otro. Koujaku recogió al muchacho en la calle, y lo llevó a un cuarto de hotel con la sola intención de tener sexo con él. El chico, varios años menor que él, tenía apenas poco más de veinte años, pero su actitud y las perforaciones que tenía por todo el cuerpo lo hacían parecer algo menor.

El muchacho se sentó en el regazo del mayor, rozando su entrepierna con los glúteos. Tenía que asegurar que el pervertido le diera una buena propina por los "servicios" prestados. Sonrió. ¿Qué diría su novio si se enteraba de que se había ido con un desconocido por dinero?

Por supuesto, todo era una cuidadosa actuación. Los dos se conocían, vivían juntos, y se amaban profundamente. Ni Koujaku levantaba jovencitos en la calle, ni Noiz se dedicaba a prostituirse. Pero, por una noche, podían jugar a ser dos extraños en un cuarto de motel, compartiendo un ficticio deseo ilícito bajo el cobijo de la noche.

Midori+Akai. verde y rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora