Día 25

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Mirándose a los ojos

Noiz y Koujaku estaban sentados en extremos opuestos del sillón, mirándose fijamente a los ojos. Ninguno sabía cuánto más aguantaría en esa postura tensa y seria, y ambos estaban esperando a que el otro mostrara un instante de debilidad para declararse vencedor.

De la nada, el ojiverde comenzó a reírse a carcajadas, cubriéndose el rostro con las manos. Koujaku rió también, y lo abrazó fuerte, besando su cuello de forma juguetona.

—Perdiste —susurró el japonés en su oído.

—¡Es tu culpa, viejo! —lo empujó un poco, riendo aún— ¿Quién no va a reírse de cara tan seria?

—Aún así perdiste.

—Da igual —Noiz intentó escaparse del fuerte abrazo—. Ya suéltame.

—No quiero —lamió su oreja. Aun cuando la sensación era sutil, el rubio sabía perfectamente lo que pasaba.

—¡No! —se deshizo en carcajadas. No entendía cómo el anciano podía hacerlo reír así si realmente no sentía casi nada.—No quiero.

Koujaku lo miró de nuevo a los ojos, esta vez con una mirada diferente en ellos. Sus ojos despedían tonos granate y rubí al ser tocados por la luz. El japonés acarició su mejilla suavemente. 

Ambos se quedaron así, mirándose a los ojos, sin decir una palabra.

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Con juguetes

—No, no... no —Koujaku miró a Noiz con una expresión de espanto—. No me gusta. En serio.

—Ni si quiera he terminado de meterlo y ya estás quejándote —el rubio lo miró con una expresión de hastío.

El pelinegro juntó las cejas, luciendo algo irritado. Noiz suspiró. Koujaku le parecía demasiado anticuado y puritano en algunas ocasiones, y no podía resistirse a molestarlo por eso. Sin aviso, introdujo aún más el consolador color azul que tenía en la mano, y Koujaku casi pega un salto.

—Mira, anciano —le dijo Noiz con seriedad—. No es la primera vez que te pongo algo ahí, así que deberías...

—Prefiero que seas tú. Esa cosa en serio no me agrada.

Noiz alzó las cejas, sorprendido. ¿Koujaku acababa de admitir que le gustaba que se lo hiciera?

—No me mires así —el pelinegro desvió la mirada.

—Ah... ¿entonces prefieres que sea yo, Koujaku? —susurró en su oreja, burlándose, y encendió el aparato con el pequeño control remoto.

—¡Ah! ¡Qué...!

—Te prometo que vas a aprender a disfrutarlo —murmuró en su oreja, lamiéndola suavemente.

Koujaku cerró los ojos. Ya era suficientemente vergonzoso permitir que Noiz hiciera esas cosas raras, como para además ver la sonrisita perversa y satisfecha de su pareja al ver que lo disfrutaba.

De repente, el pelinegro sintió como el cuerpo caliente y lubricado de su amante se deslizaba alrededor de su miembro. Noiz se sentaba a horcajadas sobre su regazo, y cuando estuvo lleno de su amante por completo, comenzó a moverse suavemente sobre él.

Al abrir los ojos, Koujaku contempló a Noiz, quien le regresaba una mirada seductora mientras se mordía el labio inferior. No podía decir que no a esa mirada...

—Tch. No sé como siempre logras convencerme.

—Es porque siempre tengo razón —susurró el ojiverde mientras sus manos pasaban por el abdomen de su amante.

Koujaku no respondió. No admitiría que Noiz tenía razón.

Midori+Akai. verde y rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora