Día 27

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En el cumpleaños de uno de ellos

Noiz se acercó con paso firme al lugar donde trabajaba Koujaku ese día. Como siempre, había una enorme fila de chicas esperando ser atendidas, y otro grupo de ellas flotando a su alrededor como polillas cerca de un foco. Una profunda animosidad se asentó en su pecho. En realidad no odiaba a las mujeres. Sólo odiaba a las que se acercaban de más a su novio.

Justo en ese momento, una de las muchachas, de largo pelo rubio y mechones morados desperdigados por la cabellera, pasó su dedo por el pecho de Koujaku marcando la línea desde el centro de las clavículas hacia su abdomen, pasando por la línea media de los pectorales. Otro día Noiz hubiera desaparecido molesto, pero no ese día. Era su cumpleaños, y quería pasarlo al lado del estúpido japonés, quien con expresión amable parecía pedirle a la chica que dejara de hacer eso. Ella, desoyendo la petición, metió un poco su índice bajo la tela roja del kimono. Eso fue demasiado para Noiz.

—Eh, anciano —dijo sin expresión en la voz, aunque realmente luchaba por contenerse de golpear a la muchacha en cuestión. Tal vez lo hubiera hecho de no ser porque Koujaku se hubiera enojado con él.

—Ah... ¿qué...? —la mirada que el pelinegro le regresó era de sincera sorpresa. Sabía lo mucho que Noiz odiaba aparecerse cerca de su trabajo.

El rubio no dijo nada más, pero caminó hasta quedar frente a Koujaku y lo tomó con firmeza de la muñeca. Con una sonrisilla perversa en los labios, acercó el rostro al pecho del japonés y recorrió con la lengua el mismo camino que el dedo de la muchacha había dibujado hacían unos instantes. La expresión confundida de Koujaku y las expresiones de sorpresa de las mujeres no se hicieron esperar. Incluso, pudo escuchar a algunas murmurar cosas como «Koujaku-san le dará una paliza» y « ¿Quién rayos se cree ese niño?».

—Hoy es mi cumpleaños, viejo —comunicó acercándose peligrosamente a sus labios—. Quiero pasarlo contigo.

— ¿Tu...? Nunca me lo dijiste.

—Te lo estoy diciendo ahora.

El pelinegro miró a Noiz sin saber que responder durante unos momentos. Noiz siempre se había negado a decirle la fecha de su cumpleaños, y decía que celebrarlos era una idiotez. Sin embargo, ahí estaba, pidiéndole que pasara el día con él.

Frunció el ceño, molesto por la jugarreta del chico. ¿No podía haberlo pedido de forma menos estúpida?

—De acuerdo. Terminaré temprano —dijo finalmente, con un tono más relajado.

—Nos vemos en casa a las tres. Si llegas tarde, vendré por ti y haré algo aun más vergonzoso.

El japonés asintió. Amar a Noiz no era sencillo, pero valía la pena.

Aún así, ahora tendría que lidiar solo con las quejas de sus clientas, pues el muchacho se alejó con paso firme de nuevo, dejándolo en medio de una marejada de mujeres con preguntas y reclamos.

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Aburrido (Relacionado con el día 23)

Aún cuando los golpes contra su cadera eran firmes, Noiz no podía concentrarse. Su mirada pasaba del techo a las obscuras formas de los muebles, y ocasionalmente seguía alguna sombra negra que cruzaba la habitación, producto de los reflejos de las luces de la calle.

Siempre que se veían hacían lo mismo, de la misma forma e incluso, en el mismo lugar de la cama. No se imaginaba como tantas mujeres querían regresar por más si eso era lo que pasaba con ellas.

Tal vez... tal vez él no le gustaba lo suficiente. Koujaku no era hetero, eso era claro. Si lo fuera no estaría haciéndoselo, pero tal vez de verdad no era su tipo. Aoba era su tipo, ¿no? El viejo estaba  perdidamente enamorado del peliazul y él era sólo una distracción.

—Ey —susurró el pelinegro en su oído, regresándolo de sus pensamientos—. ¿Qué te pasa?

—Nada —respondió por reflejo, pero la mirada de Koujaku cayó inmediatamente sobre su rostro, incomodándolo. El pelinegro nunca lo miraba a los ojos cuando lo hacían.

—No sabes mentir.

El ojiverde gruñó ligeramente, pero Koujaku no apartó la mirada de Noiz. Era obvio que algo pasaba.

—Oye, si no quieres no tienes por qué estar aquí —le dijo molesto.

—No es eso —murmuró Noiz sin mirarlo—. ¿Preferirías que fuera Aoba, no? Estás enamorado de él, y yo soy solo un sustituto. Cuando se te pase la tristeza porque él prefiere a alguien más, vas a deshacerte de mí.

Las palabras del rubio lo golpearon con fuerza, haciendo que se apartara. Claro que amaba a Aoba. Entonces, ¿por qué se le partía el corazón al ver la mirada triste del chico? Le pareció de pronto que se veía tan solo y roto como él mismo.

—No voy a deshacerme de ti —expresó sin pensarlo, sorprendiéndose a sí mismo.

—Pero no me quieres —respondió casi al borde de las lágrimas—. Solo te acuestas conmigo porque estoy aquí.

—No digas idioteces —se sentó a su lado, acomodándose los cabellos. No sabía por qué era tan importante para él hacerle entender a Noiz que realmente lo quería cerca, pero era la verdad.

Se hizo un silencio tenso entre ambos. Ninguno se atrevía a mirar al otro.

—Noiz —masculló sin mirarlo—. No eres un sustituto, y... y quiero que estés aquí. Me gusta que seas tú el que está aquí.

La sorprendida mirada esmeralda del menor lo atrapó de inmediato. Pocas veces lo veía tan expresivo y luciendo como un chico de su edad.

—¿De verdad?

—Ya lo dije una vez —Koujaku chasqueó la lengua intentando sonar fastidiado—. No voy a repetirlo.

—¿Qué quiere decir?

—Pues... supongo... —hizo una pausa—. Supongo que quiere decir que... siento algo por ti.

Una ligera sonrisa apareció en los labios de Noiz y su mirada se iluminó de repente.

—Si me quieres, quieres que sea feliz, ¿no?

—Yo no dije eso —replicó el pelinegro, desviando la mirada—. Pero sí, supongo que así es.

—Entonces... ¿podemos hacerlo de otra forma? ¿Intentar otras cosas?

—¿Eh?

La mirada verde de Noiz adquirió un brillo travieso.

—Quiero que lo hagamos de otra forma. Algo... menos tradicional.

—¿Estás loco? —fue lo primero que salió de los labios de Koujaku.

—No.

—¿No te parece que estás pidiendo algo extraño?

—No.

Koujaku miró a Noiz unos instantes intentando leer su expresión plana. Conocía suficiente al mocoso para saber que no bromeaba de verdad...

Midori+Akai. verde y rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora