Día 19

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En ropa formal

Noiz se acomodó el corbatín blanco frente al espejo sin poder ocultar su sonrisa. Su hermanito se iba a casar.

Como correspondía, sus padres habían organizado una boda enorme, opulenta y demasiado costosa para compensar el que no habían podido (o querido, en opinión de Noiz) hacer lo mismo para la boda de su hijo mayor. No era que a Noiz le causara problemas. Theo se merecía eso y más.

-Koujaku -llamó a su pareja, quien aún continuaba arreglándose-. Si no sales ahora mismo, te dejo.

-No seas molesto -respondió el japonés saliendo de la habitación.

-¿Acaso estás tan viejo que necesitas -comenzó con su usual tono irritante, y giró la mirada hacia su esposo- una hora para arre...

Se quedó sin palabras. Le pareció que tenía la boca abierta, pero estaba tan absorto viendo a su hombre que no estaba seguro. Koujaku lucía demasiado, demasiado... demasiado... bien. Tan bien que quería arrancarle el frac de inmediato...

El pelinegro se acercó y sacudió un poco las solapas del atuendo de Noiz. Lucía muy guapo con el frac negro igual al suyo.

-¿Nos vamos, mi amor? -preguntó Koujaku con tono burlón.

-Ah... -frunció el ceño-. Cállate, anciano.

Koujaku sonrió y le dio beso suave. Tendría que aguantarse las ganas de quitarle la ropa ahí mismo.

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Al aire libre

-Si no te callas, nos van a oír -susurró Noiz en el oído de Koujaku, mientras empujaba sus caderas con más fuerza.

-Pues entonces deberías dejar de hacer eso -respondió el pelinegro en un jadeo.

Una sonrisilla perversa se pintó en los labios de Noiz, justo antes de que empujara de nuevo contra el cuerpo de su esposo. Koujaku dejó escapar un gemido mientras el agua salpicaba hacia afuera del jacuzzi. El japonés estaba comenzando a marearse pues el sol de verano caía sobre ellos como plomo, el agua estaba muy caliente y además había bebido vodka de más por culpa de Noiz. Ahora que lo pensaba, seguro lo había embriagado y él no había opuesto resistencia, a pesar de saber que el vodka no le caía nada bien.

El ojiverde dio un beso en la nuca de Koujaku, y luego mordisqueó su oreja. Molestar a Koujaku mientras se lo hacía era casi tan satisfactorio como el acto mismo, y estaba seguro de que se preguntaba si acaso lo había embriagado para convencerlo de dejarlo hacer lo que quisiera. Noiz sabía que su esposo lo disfrutaba, y que le seguía el juego con las bromas pesadas, pero también sabía que una pequeña parte de él aún no se acostumbraba al rol pasivo. Eso lo hacía aún más excitante para Noiz.

-Apúrate, ¿quieres? -murmuró el japonés mientras las estocadas que recibía de su pareja aumentaban de velocidad-. No quiero que tu hermano y tu cuñada nos encuentren así.

-¿Me estás pidiendo que vaya más rápido?

-Sólo apúrate.

El ojiverde mordió el hombro de su pareja con fuerza, y cumplió su pedido con gusto. Koujaku podría negarlo todo lo que quisiera, pero le encantaba estar abajo.

Midori+Akai. verde y rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora