Día 18

430 38 5
                                    

Haciendo algo juntos

Koujaku se acomodó los cabellos negros que se le escapaban de coleta usando un par de horquillas rojas. Noiz se las había regalado hacía unas semanas, y aunque al inicio le había parecido extraño usar los accesorios tan femeninos, debía admitir que el pragmatismo de su pareja siempre daba en el clavo.

Acababan de cambiarse a un departamento más grande. Koujaku extrañaba su vieja vivienda, especialmente por el hermoso baño de madera de cedro. Pero ahora que eran una familia de cuatro, como decía Noiz, necesitaban más espacio.

-Viejo, ¿le diste de comer a los niños? -preguntó Noiz entrando al dormitorio principal, cuidando no mover los periódicos que cubrían el suelo para evitar que se manchase de pintura.

-Sí, tal como me pediste. Y deja de llamarlos "los niños". Es raro.

-Pero son como nuestros niños -replicó Noiz cruzándose de brazos.

Koujaku asintió dándole por su lado, mientras continuaba retocando el marco de la ventana con pintura blanca. Habían tenido que llegar a un acuerdo para balancear los gustos de decoración de ambos, y el departamento estaba resultando una interesante mezcla entre lo alemán y lo japonés.

Noiz tomó una brocha y comenzó a ayudar a Koujaku a pintar.

-En serio, deja de llamarlos los niños. Son conejos.

-Pero son nuestros bebés -respondió el rubio con un tono de niño caprichoso -Además, tanto Bunny como Clyde parecen preferirte a ti que a mí.

-Eso no es cierto. Clyde me muerde siempre que lo toco.

-Son mordidas de amor.

Koujaku miró a su pareja y suspiró. Luego, comenzó a reír a carcajadas. Noiz siempre decía lo mismo sobre su costumbre de morderlo.



----


Mañanero

Noiz despertó en medio de la obscuridad. El espacio en la cama aún estaba tibio, lo que le indicaba que Koujaku acababa de levantarse.

No entendía cómo el viejo podía pararse a esas horas sólo por hacer ejercicio. «Pensándolo bien», se dijo a sí mismo, «debería hacer lo mismo». No obstante, se acomodó en la cama. Realmente no quería levantarse antes del amanecer.

Escuchó los pasos de Koujaku acercarse a la cama, y sintió su peso sobre el colchón. Su aroma lo envolvió, y pudo sentir suaves besos en su rostro.

-Buenos días.

-Hm.

-Ya casi me voy. Me voy en cuanto me vista.

-No -Noiz lo tomó por la muñeca y lo miró con un gesto de niño consentido-. Házmelo.

-¿Ahora? -preguntó Koujaku con suavidad, mientras acariciaba sus cabellos-. ¿No puedes esperar a que vuelva?

-No.

El pelinegro depositó besos amorosos en el cuello de su amante. Cuando a Noiz se le metía algo en la cabeza era imposible disuadirlo, y si se iba seguramente lo molestaría por Coil hasta enloquecerlo. Además, no sonaba nada mal hacerle el amor antes de irse.

Sus labios se encontraron de inmediato, y el kimono rojo del japonés cayó al suelo. Sus cuerpos comenzaron a rozarse uno contra el otro al tiempo que suspiros quedos comenzaron a llenar la habitación.

Sus cuerpos se conocían tan bien y lo hacían con tanta frecuencia que el rubio estaba casi preparado para recibirlo de inmediato. Sus cuerpos se unieron en un vaivén lento pero constante, que amenazaba con arrancarles gemidos audibles a ambos. Los vecinos seguramente estaban acostumbrados a escucharlos hacer escándalo, pero Koujaku aún sentía un poco de vergüenza al dejarse llevar cuando todo estaba silencioso. Noiz no se preocupaba por eso. A él no le importaba si los vecinos hacían ruido, o si lo escuchaban a él.

La débil luz del amanecer los encontró aún meciendo sus cuerpos cadenciosamente, y sus voces se alzaron casi al unísono cuando ambos alcanzaron el límite.

Se quedaron unidos, jadeando y mirándose a los ojos. Al diablo sus rutinas diarias. Querían hacerlo otra vez.

Midori+Akai. verde y rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora