Día 17

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Acurrucados de cucharita

Noiz abrió los ojos lentamente. No reconoció el lugar. Todo estaba muy limpio, ordenado e iluminado. Su mente aún adormecida entendía que el estilo de la decoración era completamente japonés, pero no terminaba de captar que hacía ahí.

De pronto, el perfume a sándalo y mirra que lo envolvió le hizo recordar que había ocurrido la noche anterior. Se había quedado dormido en la cama de Koujaku. Miró hacia abajo, pues sentía un suave calor alrededor de su cuerpo, y no alcanzaba a comprender que era. Luego miró hacia atrás, y entendió.

No tenía como zafarse sin despertar a Koujaku, pero no quería que se diera cuenta de que aún estaba ahí. No, no, no... ¿cómo rayos iba a escaparse?

 -Buenos días -murmuró el pelinegro, asustándolo un poco. No respondió. Seguro estaba acostumbrado a decir eso cuando despertaba con alguna mujer, ¿no? No era nada especial.

Se quedó inmóvil, hasta que sintió los labios del japonés besar su nuca. Ya conocía muy bien la tenue sensación, por lo que sabía perfectamente qué era a pesar de su condición.

-Dije buenos días, niño -repitió Koujaku, abriendo los ojos. Ya que Noiz estaba dándole la espalda, no pudo ver el pánico cruzar el rostro del chico.

-Buenos... días... viejo -respondió el muchacho. Su corazón latía tan fuerte que sentía que iba a salírsele del pecho.

Un incómodo silencio llenó la habitación. Koujaku aun lo abrazaba, por lo que no tenía oportunidad de escaparse así como así. ¿Cómo pudo ser tan estúpido y quedarse dormido? Sabía que Koujaku no quería nada más que sexo con él. Él no quería otra cosa con el japonés tampoco. ¿O no? Entonces, ¿por qué le dolía tanto el pecho siempre que tenía que irse en medio de la noche?

¿Dolor...?

Entonces... esa horrible sensación era dolor...

-¿Qué rayos te pasa? -preguntó Koujaku mientras lo asía fuertemente. Aspiró el aroma de su cabello, lo que hizo que Noiz se estremeciera.

-Nada.

-Mocoso -susurró Koujaku en su oído-. Quédate. Siempre que vengas, quédate hasta la mañana siguiente.

Noiz creyó que el impulso de insultarlo aparecería de repente, pero lo único que ocurrió fue que su pecho se sintió extrañamente cálido.

-Está bien.

Koujaku sonrió al escucharlo, y besó su mejilla. Cuando lo había visto dormir tan plácidamente, simplemente quiso abrazarlo.

Quería despertar así siempre, con Noiz en sus brazos.

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En el piso

Koujaku sostenía con fuerza las caderas de Noiz, que se movían lentamente sobre las suyas. El chico se sostenía de los muslos de su amante con fuerza. Sus ojos estaban cerrados, y sus labios ligeramente abiertos le provocaban a Koujaku el querer besarlos. Pero no podía dejar de mirarlo... era un espectáculo tan erótico y hermoso que despegar al vista le parecía un sacrilegio.

Noiz hundió las uñas en los muslos de su amante, y se mordió el labio inferior. Miró a Koujaku con una expresión provocativa, sin dejar de mover sus caderas. Sabía exactamente qué hacer para orillarlo a perder el control.

No importaba que tan frío o incómodo fuese el piso de madera de su departamento, Koujaku no prestaba atención a nada más que a su amante. Sus caderas embistieron con más fuerza las de Noiz, justo como el muchacho quería.

Un gemido escapó de sus labios; le gustaba cuando el pelinegro dejaba de preocuparse por lastimarlo y que se mostrara como realmente era... porque con todas sus antiguas amantes, seguramente era un maldito caballero, pero con él... con él era simplemente un hombre. Su hombre.

Midori+Akai. verde y rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora