Día 21

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Cocinando/horneando

El delicioso aroma del chocolate y las cerezas inundaba la cocina de la casa de verano de los Rosengart. La madre de Noiz preparaba una suculenta crema de mantequilla, mientras Koujaku y Noiz preparaban el café según las instrucciones que la dama impartía severamente.

-Madre, de verdad podemos preparar un café sin que...

-Pero no lo prepararán a mi gusto si no siguen mis instrucciones, Wilhelm.

-Madre...

-Ya oíste a Karolin, Wilhelm -dijo Koujaku con un tono juguetón. Sabía lo mucho que Noiz odiaba que él lo llamara así.

-Tch. Ustedes dos siempre se confabulan para sacarme de quicio.

Karolin Rosengart rió con un toque travieso, y luego contempló a la pareja mientras discutían sobre cuantas medidas de café habían añadido ya a la cafetera. A primera vista, parecería que esos dos vivían peleando, pero ella sabía que sus discusiones no eran más que una especie de juego que ambos disfrutaban.

Al inicio Karolin, se había resistido a la idea de que su hijo mayor estuviese enamorado de un hombre mayor que él, y peor, que quisiera casarse con él. Sin embargo, en cuanto conoció al japonés, su opinión cambió. Era obvio que estaba acostumbrado a adular a las mujeres, pero a diferencia de la mayoría de hombres que solían hacer eso con ella por su dinero y estatus, él lo hacía de forma sincera. Era evidente que de verdad le gustaba hacerla sentir bien, y por supuesto, ella sabía que era porque era la madre del hombre que amaba.

Karolin tuvo que admitir que era obvio que esos dos se amaban al instante de verlos juntos... y fue ella quien defendió la unión ante su marido, pues él estaba bastante menos abierto a la relación. Por supuesto, no pasó mucho antes de que Koujaku lograse ganárselo también. El pelinegro de verdad tenía un talento para encantar a las personas con su magnética personalidad.

-Spatzi* -dijo la mujer con una sonrisita al ver que su crema de mantequilla progresaba satisfactoriamente. Koujaku respondió al llamado mirándola-. Saca el Donauwelle** del horno y pónlo en la rejilla junto a la ventana, por favor.

-Por supuesto -el japonés le sonrió y fue a cumplir las instrucciones de Karolin.

-¿Por qué a mí sólo me llamas por mi nombre, madre? -preguntó Noiz con un gesto irritado. Casi sonaba celoso.

-Porque no te gusta cómo te llamo.

-Podrías elegir otra cosa que no fuera alguna variante de «conejo».

-Pero eres un adorable conejito -respondió Koujaku con una sonrisa, y Noiz respondió lanzándole un guante de cocina en el rostro.

Karolin rió de nuevo, y los observó mientras se molestaban mutuamente. En momentos como ese le parecía que aún sus peores errores habían tenido una recompensa, pues de otra forma, era probable que esos dos no se hubieran conocido.

-

*gorrión

**Pastel tradicional alemán, de apariencia marmoleada y con cerezas. Se cubre con crema de mantequilla y glaseado de chocolate. http://en.wikipedia.org/wiki/Donauwelle

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En la regadera (no tan NSFW jajaja)

Los mosaicos rozaron el pecho de Noiz cuando su pareja lo empujó contra la pared. Ya que el agua de la regadera estaba caliente, sentía una diferencia de temperatura entre esta y la pared fría. Esa sensación, aunque leve, era definitivamente muy placentera.

Los labios de Koujaku repartieron besos en su nuca y cuello, para luego bajar hacia los hombros. Los dientes que se clavaron en su piel le causaron escalofríos. La presión que sentía era muy agradable al ser combinada con las embestidas que continuaban golpeando sus caderas.

No era sencillo empatar sus complicados horarios con la holgada rutina de Koujaku, quien había logrado hacerse de una clientela selecta entre las damas de sociedad de Berlín. Ya que era bastante querido por sus clientas debido a sus habilidades y a su encanto, ellas se amoldaban a sus horarios y le pagaban altas sumas por un sencillo corte de cabello a domicilio.  Por supuesto, Noiz confiaba lo suficiente en él como para dejarlo hacer eso, o no hubiera permitido que su esposo visitara mujeres ricas y guapas en sus casas. Por momentos, aún tenía ganas de encerrarlo bajo llave para que nadie más lo viera.

Claro, no podía realmente encerrarlo, pero había semanas en las que se veían tan poco que Noiz temía que Koujaku viese a alguien más. Ese pensamiento lo acechaba constantemente, y tenía que esforzarse por apartarlo de su mente.

De repente, Noiz jaló  los cabellos negros de Koujaku, haciéndolo soltar una exclamación de dolor.

-¿Qué rayos fue eso? -preguntó el pelinegro mientras sus cabellos aún estaban apresados por la mano de su esposo. El agua corría por los cuerpos de ambos sin descanso.

-No te atrevas a engañarme, Koujaku.

-Ya hemos hablado de esto muchas veces...

-Sólo... no lo hagas, o te juro que te encerraré para que nadie más vuelva a verte.

El japonés asintió, abrazándolo. Besó su mejilla con devoción.

-Está bien.

Noiz asintió. Tal vez de verdad lo encerraría si se atrevía a engañarlo.

Midori+Akai. verde y rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora