Capitulo 1

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Narrador Omnisciente

Un día como cualquiera o bueno, eso parecía.

Un rey estaba regresando de una visita al reino de su primo y al regresar, pasó por un bosque que estaba a los límites de su reino y a inicios del reino de Salvatore.

Él escuchó el hermoso canto de una mujer que llamó su atención e hizo que ordenara detener el vehículo donde iba, solamente para poder buscar el origen de aquel hermoso canto. Encontró a una joven que estaba de espaldas a él.

Ella parecía estar dibujando el muro de rosas rojas y girasoles que estaban delante de ella.

La joven sintió que era observada por alguien, así que se giró y en un rápido movimiento, su Katana estaba en el cuello de la otra persona.

Era un hombre muy alto, fornido, de cabellos rubios y unos hermosos ojos verdes que la observaban sorprendido.

—Lamento si la asuste, señorita.—ella lo observó atentamente con los ojos entrecerrados.—¿Podría quitar su arma de mi cuello?

Algo dudosa, retiro su arma.

—Siento haber reaccionado así, señor. Estaba muy concentrada dibujando que no me di cuenta de su llegada.—le da una sonrisa apenada.

El hombre observaba detalladamente el hermoso rostro de la joven.

Ahora que la tenía de frente, se dio cuenta de que ella sin duda alguna era la mujer más hermosa que haya visto en su vida.

—Puedo saber el nombre de la mujer que casi me decapita.

—Madai.—sonríe avergonzada.

—No, me refería a cuál es su nombre completo.

—Princesa Madai Salvatore.—dice la ojiazul al rubio.

El rey la observa con mayor atención y una sonrisa se forma en sus labios.

—¿Qué?—la joven pregunta ante la atenta mirada de aquel hombre.

—No he dicho nada.

—¿Entonces por qué me mira así?—pregunta risueña.

De alguna extraña forma, ese hombre la hacía sentir cómoda.

—Porque eres hermosa.—responde como si nada aquel rey.

—Oh por Dios.—la castaña está levemente sonrojada, pero lo oculta.

Ambos se miran a los ojos y ella, después de mucho tiempo, volvió a sentir esas mariposas en su estómago.

—Y dígame, princesa, ¿qué hace por estos rumbos?

—Bueno, vine a tomar un poco de aire. Es estresante estar todo el día encerrada en un enorme castillo, en el cual tienes a varias personas detrás de ti todo el tiempo.—Madai hace un mohín al recordando su pesada vida.

—Es peligroso que una princesa este por estos lugares sola.

—Lo sé. Mi padre me lo dice todo el tiempo, pero estoy tratando de pasar desapercibida.—se encoge de hombros con simpleza.—Además, usted mismo fue testigo que soy perfectamente capaz de defenderme sola.

—Al parecer sí. Pero con lo que trae puesto, no creo que sea posible pasar desapercibida.—el rey la observa de arriba abajo, viendo su llamativo vestido y la tiara que trae.

—¿Qué hay de malo con mi vestimenta?—la princesa se observa extrañada a sí misma.

—Estoy seguro de que su vestido puede notarse desde kilómetros de distancia, por no hablar de esa tiara que tampoco ayuda para nada.

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