Capitulo 4

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Madai

Ha pasado casi una semana de que el rey Magnus vino a hacer la propuesta de alianza. Mañana anunciaremos nuestro compromiso ante los reinos.

No puedo creer que pronto estaré casada con ese idiota.

Es tan egocéntrico y orgulloso que me dan ganas de ahorcarlo.

No creo poder soportarlo por el resto de mi vida. Seguramente me terminaré matando en menos de un año, si es que él no hace que me muera de un coraje, o lo termino matando yo a él.

El día de hoy estoy revisando que todo esté en perfecto orden para el evento de mañana.

Aunque esta boda no fue esperada y mucho menos deseada, quiero que salga a la perfección, ya que soy algo mucho perfeccionista. Además, por más que odie convivir con Magnus, quiero que él esté involucrado en los asuntos de la boda, así tenga que arrastrarlo, lo llevaré conmigo a escoger las flores.

Pediré su opinión para las invitaciones y la acomodación del lugar.

La boda se llevará a cabo en mi reino.

No se lo he dicho a Magnus y sé que si se lo digo, él dirá que sea en el suyo, pero se jode, lo haremos en Salvatore.

Decido tomarme un pequeño descanso de todo el asunto de mañana, así que voy al jardín con mi libreta de dibujo y me siento en una de las tantas bancas que hay en este lugar.

Cuando pongo el lápiz sobre el papel, es como si mi mano tomara vida propia. No me doy cuenta de lo que dibujo hasta que lo termino.

¿Por qué a mí, Dios mío?

El dibujo que tengo en mis manos es un retrato perfecto de los ojos de Magnus, los cuales no han salido de mi cabeza desde el día en que lo conocí en aquel bosque.

Estoy a nada de arrancar la hoja para romperla, pero mi libreta me es arrebatada de las manos.

Cuando volteo para asesinar a la persona que se atrevió a agarrarla, me quedo congelada al darme cuenta de que esa persona es el dueño de los ojos que acabo de retratar.

—Veo que lo que dijo tu hermana es verdad, me dibujas.—se pone a ojear la libreta.

Oh no, esto no es bueno

Me paro y trato de arrebatarle la libreta.

Obviamente me es imposible hacerlo porque él es super alto y yo soy diminuta a su lado.

—Magnus, dame la libreta.—digo mientras doy pequeños saltos.

Él me observa desde arriba y me da esa sonrisa de superioridad.

—Quítamelo.

Le doy una mirada de, es en serio.

—Si quieres recuperar la libreta que está llena de dibujos de mi hermosa cara y mis grandiosos ojos, tienes que quitármela.—dice encogiéndose de hombros, pero sin borrar esa estúpida sonrisa engreída.

Maldito idiota.

Ya se dio cuenta de mis dibujos.

De solo recordar que esa libreta está llena de dibujos de él, que van desde su rostro, hasta cada parte que compone este mismo, mi cara se ponga roja.

—Eres un poste de luz, jamás alcanzaré la libreta.—me cruzo de brazos y lo fulmino con la mirada.

—Tú eres la que es pequeña. Me recuerdas a las hormigas, mucho más ahora que tu cara está roja.

Me acercó a él y alzo la mirada para encararlo, pero en esta posición solo hace que me sienta como un enano ante un gigante. Ahora entiendo cómo se sentía David cuando enfrento a Goliat y no solo en la estatura, sino que también en el temperamento de nuestros contrincantes.

SerendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora