Capitulo 8

1.5K 120 12
                                    

Narrador Omnisciente

Años atrás....

Dos reyes se reunieron en Salvatore, para revisar negocios en común. Uno de ellos es Thomas, el soberano de Salvatore, y el otro era Magnus, monarca de Lacrontte. Ambos reyes han sido amigos desde jóvenes, y todo gracias a la amistad de sus padres.

El rey Magnus había decidido llevar consigo a su hijo de 11 años, quien portaba el mismo nombre de su padre. El niño recorría el castillo Salvatore tratando de buscar en qué distraerse, hasta que de repente se encuentra con la pequeña princesa, la cual, al verlo, no dudó en acercarse a él y preguntarle su nombre.

—Hola, ¿cómo te llamas?—le preguntó la princesa mientras se acomoda la tiara.

Magnus ¿y tú?

Madai.

Ambos niños hablaron un poco.

La niña le preguntó qué hacía en su castillo y él le respondió que vino con su padre.

Me gusta tu tiara, es muy bonita y brillante.halagó el niño a la pequeña princesa.

—Gracias, a mí me gustan tus ojos. Me recuerdan a las esmeraldas.—respondió ella sonriendo.

El niño se sonroja un poco y le devuelve la sonrisa, siendo esta adornada con unos hermosos hoyuelos.

La pequeña ladea la cabeza de manera curiosa al notar los pequeños hoyos.

—¿Qué son esos hoyos que hay en tu rostro?

El príncipe frunce el ceño ante lo dicho por la niña.

—¿Cuáles hoyos?

—Esos que se hacen en tus cachetes cuando sonríes.—ella le tocó la mejilla con un dedo.

—Se llaman hoyuelos. Son poco comunes, según me ha dicho mi padre.—habló con una sonrisa orgullosa.

—Eso te hace especial.—comentó sin borrar su sonrisa.—Además, tus ojos brillan cuando sonríes.—la princesa se agacha al terminar esa frase.

El principe rubio la miró extrañado ante tal acción, pero cuando vio lo que intentaba hacer la pequeña de ojos azules, sueltó una risita.

—¿Quieres que te ayude?—se ofreció amablemente.

El problema era que los zapatos de la princesa se habían desabrochado y ella no sabía cómo volverlos a colocar como estaban antes.

Sí, por favor.—aceptó un poco avergonzada la pequeña niña.

Magnus se inclinó para ayudar a la pequeña a abrochar sus zapatos y, una vez que lo hizo, se puso de pie.

—Listo.

Gracias, fue muy amable de tu parte.la princesa le da un beso en la mejilla como forma de agradecimiento.

En eso llegaron los padres de ambos niños.

—¿Estás listo para irnos, pequeño?le preguntó el rey Lacrontte a su hijo.

Sí, papá.le respondió el niño.

El rey Lacrontte notó la presencia de la pequeña niña y se inclinó hasta quedar a su altura.

Hola, pequeña Madai. Has crecido mucho y tus ojos cambiaron de color.dijo con una sonrisa el padre de Magnus.

SerendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora