Capitulo 3

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Narrador Omnisciente

El día empieza como cualquier otro, o bueno, eso pensaba nuestra princesa, pero el destino da muchas vueltas y nos demuestra lo caprichoso que puede llegar a ser. También nos recuerda que nunca sabemos lo que nos deparara.

La primogénita de la familia real, había amanecido de un peculiar mal humor, debido a que no pudo dormir sus correctas horas de sueño. Además de que su padre no le cumplió uno de sus caprichos, porque sí, la princesa es bastante caprichosa y mimada.

—Ya te di la corona que querías, no entiendo tu mal humor.

—Yo quería una corona de oro y con diamantes negros, no una de plata y con diamantes rojos.—dice la princesa molesta y cruzándose de brazos.

—Pero no veo lo diferencia.

—Claro que la hay. No me pondré un vestido negro con una corona azul, no combinaría, papá. El reino entero pensará que no sé combinar o que soy daltónica y no sé distinguir colores.

—Nadie piensa eso, Madai. No seas dramática, hija.—le responde su madre ya acostumbrada a los berrinches de su hija de 22 años.

—Por favor, papi, hazme mi corona.—la princesa abraza a su padre y le hace su mejor puchero.

—Madai.—su padre le dice en tono de advertencia.

—Μπαμπάς.— la princesa le dice a su padre en un griego perfecto.

Sabe que cada vez que le dice de esa manera, logra convencerlo de lo que sea.

El rey suelta un largo suspiro.

—Está bien, mandaré a hacer tu corona.

La princesa le llena la cara de besos a su padre.

—Gracias, papi. Eres el mejor.—ella se marcha rumbo a su recámara.

—La tienes muy consentida, Tom.—la reina suelta una risita, mientras niega con la cabeza divertidamente.

—Es mi pequeña y siempre lo será.—le responde abrazándola por la cintura.

Lo que la familia no sabía, es que a unos metros de ellos estaba el rey de Lacrontte.

Él había observado toda la escena que había hecho la princesa y ahora se cuestionaba si sería capaz de soportar a la castaña.

—Es tan caprichosa y consentida que me desespera, Francis.—el rey le dice con fastidio a su consejero.

—Es un pequeño sacrificio, señor. No es como si usted tuviera el mejor carácter del mundo.—responde su hombre de confianza de manera sarcástica.

El rey le dedica una mirada de enojo y empieza a caminar hacia donde se encuentran los reyes Salvatore, quienes al verlo se sorprendieron.

—Rey Magnus, qué sorpresa tenerlo aquí.—el rey Thomas está notablemente sorprendido.

—Vengo a ver si tu propuesta de alianza sigue en pie.—suelta el rubio sin rodeos.

La pareja frente a él lo miran confundidos sin saber a qué se refiere.

—¿Cuál propuesta de alianza?—pregunta la reina Cristine.

—El rey ofreció la mano de su hija a cambio de una alianza entre nuestros reinos.

La reina se giró drásticamente a ver a su esposo, él cuál, gracias a lo que había dicho el rey enemigo, sabía a qué se refería.

—¿Cómo que ofreciste la mano de nuestra hija a cambio de una alianza, Thomas?—Cristine estaba notablemente molesta.

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