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La mañana de Camila comenzaba, y con ella, su estrés. Ser la menor del curso, tener 16 años y medio, le causaba estrés. ¿Por qué?, porque ella quería demostrarle a sus compañeros que ella estaba a la altura, pues era un año avanzada y siempre la miraban como si ella no perteneciera a ese lugar.
La rubia se levantó de la cama con la cabeza llena de preocupaciones. ¿Se olvidaría el libro de Química?. ¿Podría llevar 7 libros en los brazos?. ¿Debía de ir con una chaqueta de más?. Una cabeza ansiosa era la peor enemiga de una persona ansiosa.
Se vistió con sus típicas prendas, un Jean azul desgastado, una blusa rosa bebé, sus tenis blancos y su chaqueta marrón oscuro. Se hizo una coleta de caballo, para asi evitar que sus greñas doradas se inflaran por la humedad. Tomó su bolso negro y revisó que no le faltara nada, antes de bajar la escaleras de una corrida. No llegaba tarde, pero ella siempre iba 10 minutos antes. Fue a la cocina y vio a su madrastra haciendo el desayuno.
-Buenos días, Georgia.-Saludó la rubia, tomando una manzana del frutero.
-Buenos días, pequeña. -Le saludó la mujer, con una sonrisa.-¿Ya te vas?.
-Sep.-Asintió la chica.
-Pero no has desayunado. -Regañó la mujer, con sus manos en las caderas.
-Te prometo que compraré algo en el instituto. -Dijo la rubia, dándole un beso en la mejilla a la mujer que era como su madre.
-¡Mas te vale, Camila Rosebood Andrews! -Advirtió la mujer, señalándola con el dedo.
Camila sonrió y corrió a la puerta delantera, antes de que la mujer le golpeara con una cuchara de madera. Fue al garaje y sacó su bicicleta blanca, se montó en ella luego de poner su bolso en la pequeña cesta que habia en el volante. Y comenzó su camino al instituto.
Sus mañanas solían ser así. Ella despertando ansiosa, Georgia queriendo que desayune, y finalmente ella yendo al instituto en bicicleta. Cuando llovía, que era casi la mayor del tiempo, su amiga Harley iba por ella en el auto de su madre, y cuando su amiga no podía ir por ella, iba en el auto de su hermano Bautista.
Pedaleaba por el sendero seco que estaba a un lado del bosque, justo en el límite. Amaba oír a los pequeños animales corriendo por allí, a los pajaros cantar y tenía el sueño de conocer a los lobos que todo el mundo decía que habían en aquel frondoso bosque.
Luego de 15 minutos, llegó al instituto. Dejó su bicicleta en la parte donde se dejaban aquellos vehículos de dos ruedas, y después de asegurarla con candado, se dirigió al interior del edificio. Caminó por los pasillos, buscando a su única amiga, Harley Evans, pero se llevó la sorpresa de no verla en su casillero. Frunció el ceño y continuó caminando, entrando al salón de Arte, sentándose en su pupitre. Su vista se dirigió al pupitre continuo, el de su amiga castaña.
