Lo primero que hice al llegar a casa fue dejarme caer en el sofá con la pierna estirada. Me dolía tanto que el impacto de ver mi casa vacía cuando pensaba que nunca volvería a poner un pie allí desapareció por completo. El único pensamiento coherente que pude formar fue que parecía gracioso que mientras vivía allí nunca había usado el sofá, que estaba reservado para mis padres, pero que en ese momento lo ocupaba completo y tenía los zapatos embarrados sobre él. Como todo en casa, estaba viejo y era incómodo, pero me sentía tan aliviada que no dejé que eso me molestara.
—Bo... —dijo Viana, quien se veía terriblemente fuera de lugar de pie en medio de la sala—. Estás sangrando.
Por seguridad, no habíamos encendido la luz, pero el brillo de la luna que entraba por la ventana era suficiente para ver cómo una mancha oscura se expandía por mi pierna. Estaba tan cansada que estuve tentada a dejarla así, pero en el fondo tenía miedo de que esta herida no fuera como las demás, porque seguía abriéndola y exigiéndole a mi pierna mucho más de lo que podía dar.
—Mierda.
Elián comenzó a ponerse de pie, pero Viana lo detuvo.
—Yo lo haré.
Fue a la mochila de Elián en busca de lo que necesitaba, y luego se sentó en el suelo a mi lado, arremangándome el pantalón y manchando sus delicadas manos con sangre. El contacto de sus dedos con mi piel me dio escalofríos, trayendo a mi memoria aquel día en la tina y de pronto todo pareció pesar demasiado sobre mis hombros, mucho más de lo que podía aguantar. Tuve que morderme el labio para no llorar, no iba a permitírmelo, menos en un momento como ese.
—Pasaremos la noche aquí —dijo Elián con un tono que no daba espacio para réplicas—. Nos iremos al amanecer, y te llevaremos al arroyo a que te metas en el agua. Princesa, necesitaré su ayuda.
—Por supuesto, pueden contar conmigo —respondió Viana sin despegar la vista de mi herida.
Era extraño, mientras el caos reinaba en todo su reino, ella era poseedora de una calma que yo jamás había sentido. No había rastro de la Viana a punto de perder la razón que habitaba la casona, y no sabía si eso era algo bueno o malo. Limpiaba mi pierna con cuidado, apretando con gaza para detener el sangrado. Repetía los movimientos que había hecho Lily al curar mi mano, que todavía dolía, y se notaba que había prestado atención a lo que su doncella estaba haciendo. A pesar de que la herida todavía se abría con facilidad, no era eso lo que me preocupaba, sino lo débil que se había vuelto mi musculatura en esa zona, y lo mucho que me costaba correr cuando más lo necesitaba.
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Garza de Jade (Las Alas del Reino II)
FantasyCONTIENE SPOILERS DEL LIBRO I Luego de enterarse de la desaparición de Lily y la Reina Oria, Bo, Elián y Viana parten en su búsqueda inmediatamente. Viajando al sur a través del continente, la princesa comienza a abrir los ojos ante la realidad del...