XVII: Línea Cortada

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Supe que nos encontrábamos cerca de Lily tan pronto desperté

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Supe que nos encontrábamos cerca de Lily tan pronto desperté.

Nos habían sedado, vendado los ojos y llevado hasta un lugar donde todas las paredes estaban hechas de sal. No estaba seguro de cuánto tiempo había pasado desde que Viana y yo fuimos atrapados en aquel callejón, tampoco sabía que había sido de Bo, quien no estaba en la habitación con nosotros, ni tampoco de Pyra, que había estado deambulando por el mercado cuando nos asaltaron. De lo que sí estaba seguro, era de que Lily estaba alrededor y que, además, no quería saber nada de mí.

Por más que intentaba comunicarme con ella, Lily no respondía. No solo eso, podía sentir su bloqueo como una pared de hormigón que no me dejaba pasar. Ella sabía que estaba tratando de hablarle, y aunque no podía jurar que me oía, sí habría apostado por que lo hacía. Era frustrante. Más que frustrante, absolutamente doloroso. Pero no la culpaba, si me ponía en su lugar, era la reacción más lógica, y también la más inteligente. Me hallé a mí mismo dedicándole una tímida sonrisa ante aquel pensamiento; Lily era lista, Lily era valiente, y Lily era determinada. Si bien en ese momento aquellas cualidades me jugaban en contra, no podía dejar de pensar en ella con cariño. Cuánto la había extrañado, cuánto había pensado en ella las largas noches sin sueño mientras avanzábamos hacia el sur por el continente. No podía creer que estaba tan cerca, y tan lejos a la vez.

Viana dormitaba sobre una de las camas. No estaba seguro de si había recuperado la conciencia todavía, puesto que no la había visto moverse de allí en todo el día. Tenía ganas de despertarla, preguntarle qué era lo que había ocurrido, pero por la forma en que corría me imaginaba que no podía tratarse de nada bueno. Además, si es que había despertado, también se habría dado cuenta de que Bo no estaba por ninguna parte, y en ese momento, no estaba seguro de a cuál de los dos aquello le pesaba más.

Mientras esperaba que mi compañera diera señales de vida, me topé con otra presencia. Su energía era muy similar a la de Pyra, pero mucho más grande, amplificada. Era algo que merecía respeto. La mente de lo que fuera que fuese aquello estaba muy cerca, miraba dentro de mi propia cabeza sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo; pero tampoco quería, de alguna forma resultaba familiar y cálida. Se sentía como un lugar seguro dentro de esa cárcel enceguecedora.

El sonido de un par de pies sobre el suelo de piedra me sacó de mi ensoñación. Frente a mí estaba la persona más extraña que había visto jamás. Tenía la piel grisácea, y los ojos almendrados completamente blancos, su cabello era del mismo color, y no había forma de discernir los años que llevaba encima o su género de ninguna manera. La visión era tan inverosímil que casi me eché a reír de los puros nervios.

—¿Dónde estamos? —pregunté, y mi voz subió y bajó como cuando era un adolescente.

Sabía que la figura me estaba mirando a pesar de que no tenía pupilas. Era francamente perturbador. Viana se dio la vuelta en ese momento, sus ojos estaban rojos e hinchados, pero jamás la había escuchado llorar. Su expresión de angustia cambió a una de miedo inmediatamente al ver a aquel ser, pero se puso de pie de inmediato, tragándose su temor.

—¿Qué le hicieron a Bo? —exigió—. ¿Dónde la tienen?

Aquella persona no contestó a ninguna de sus preguntas. Es más, ni siquiera estaba seguro de que pudiese hacerlo si hubiera querido. Lo único que hizo fue llamar a Viana con un gesto de su dedo, pero ella negó rápidamente e hizo ademán de acercarse a mí. Antes de que pudiera hacerlo, el suelo de piedra se resquebrajó bajo sus pies, creando una profunda zanja entre nosotros. Viana soltó un grito de sorpresa, y yo mismo pegué un salto hacia atrás. La figura tomó a la Princesa del brazo y salió con ella a través de la pared de sal, que en ese momento parecía hecha de un líquido espeso.

Apenas desaparecieron de mi vista, la zanja del suelo se cerró como si se tratara de arcilla caliente, y la roca quedó como si nunca hubiera pasado nada por ahí. Algo me decía que no volvería a ver a Viana tampoco, y pronto me encontré a mí mismo cayendo en la cuenta de que todas las personas en las que confiaba habían sido arrebatadas de mis manos. Estaba solo, completamente solo. Y tenía que salir de allí. 

Garza de Jade (Las Alas del Reino II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora