Transformación. Todavía no estaba segura de si debía llamarlo así, después de todo, mi cuerpo seguía siendo el mismo cuando la luz lo rodeaba por completo.
Independiente de qué nombre decidiera ponerle, la primera vez que había ocurrido había sido la más dolorosa. Luego ya no me sorprendía el ardor de la piel, el calor desesperante, las ampollas reventadas sobre mi cuerpo mientras el espectro de Ginto me consumía por completo. Por primera vez en la vida, sabía que significaba quemarse, y no me gustaba para nada. Para bien o para mal, la dragona no dejaba que aquello me matara, por mucho que deseara morir cada vez que se hacía presente. Tan solo me llevaba a un dolor tan extremo que perdía la conciencia, y al despertar, mi piel estaba tan lisa como siempre, sin ningún rastro de las heridas que me provocaba su fuego.
Aunque había pasado más de una semana, la noche en que mi hermano despertó estaba todavía fresca en mi retina. Él había gatillado la aparición de Ginto, ya que tan pronto sus ojos se posaron en los míos mi cuerpo estalló en llamas y en un segundo, la Garza de Jade se había congregado alrededor de mí. Gritaba envuelta por el dolor, mientras ellos encendían inciensos y cantaban en su idioma antiguo, sin hacer nada por aliviar mi suplicio. Sentía como mi piel se derretía y como mi cabello se pegaba a las heridas abiertas sobre mi cuerpo roto, pero al mismo tiempo, me sentía como si fuera incapaz de morir, invencible, y por sobre todo, intocable; era todo lo contrario a lo que había sentido cuando había visto a mi hermano sobre aquella cama antes de que volviera en sí. Solo me di cuenta de lo que estaba ocurriendo realmente cuando soplo de azufre abrió la boca para dejar salir una enorme llamarada desde su boca, mientras mi propia mandíbula se abría con tan brusquedad que podía sentir como los huesos se desencajaban. La Garza rezó con más fuerza y entonces pude sentirla: Ginto se había hecho presente como tantas otras veces, pero esta vez la que estaba dentro era yo, flotando en un mar de luz rojiza, con la mirada borrosa y el cuerpo a punto de ebullición.
Gruesas cadenas salían disparadas desde los cuerpos de la Garza, envolviendo a Ginto justo cuando comenzaba a extender sus alas. Mi cuerpo se contorsionó sobre sí mismo, tratando de liberarse al tiempo que el espectro de la dragona hacía lo propio. La criatura dejó salir un rugido abismal, pero los miembros del clan no retrocedieron un solo centímetro. Luego de unos segundos resistiendo, la proyección de Ginto se alojó de lleno en mi pecho, desapareciendo por completo y dejándome caer al suelo de un costalazo.
En los días siguientes, por más que rezara y la llamara, Soplo de Azufre no aparecía. Mi cuerpo había sanado rápidamente, pero mi conexión con ella era más débil que nunca, y aunque podía sentirla hecha una bola dentro de mi pecho, no había nada que pudiera hacer para hacerla moverse de allí. Desde el incidente, me habían vuelto a encerrar en mi antigua habitación, proveyéndome con incienso y comida a intervalos regulares. Pero el encierro y la ausencia de Ginto no eran mis únicos problemas; aunque no quedaban secuelas físicas de aquella tarde, mi mente no se había recuperado en absoluto, de hecho, me encontraba peor que nunca.
ESTÁS LEYENDO
Garza de Jade (Las Alas del Reino II)
FantasíaCONTIENE SPOILERS DEL LIBRO I Luego de enterarse de la desaparición de Lily y la Reina Oria, Bo, Elián y Viana parten en su búsqueda inmediatamente. Viajando al sur a través del continente, la princesa comienza a abrir los ojos ante la realidad del...