Lily se materializó a través de la puerta con cara de pocos amigos.
Me miraba con desprecio, tal y cómo lo había hecho al abrir el cofre donde me habían puesto, y aunque comprendía el porqué de su actitud, no pude evitar devolverle una mirada igual de agria. No tenía ningún tipo de paciencia para las personas que me miraban como si fuera escoria. Había tenido demasiado de eso antes como para seguir aguantándolo.
—Ponte de pie, tenemos que irnos —me ordenó.
—¿Qué vas a hacerme? —inquirí. Si ella no confiaba en mí, significaba que yo no podía confiar en ella.
—Viana te quiere en una pieza —me dijo no sin cierto rencor—. Y no seré yo quien la haga sufrir.
Me extrañó oírla hablar de ella con tanta confianza, cuando en el tiempo que había compartido con ambas en la habitación real, Lily siempre se había referido a ella con reverencia. Dejando de lado mi antipatía, me puse de pie lentamente para seguirla. No me gustaba el hecho de que ni Viana ni Elián estuvieran con ella, y mucho menos que hubiese sido capaz de atravesar la pared como si fuera una de esas extrañas criaturas de cabello y ojos blancos, pero me guardé todo eso. Si era cierto que había visto a Viana, eso quería decir que haber entregado algunas de mis escamas había valido la pena. La bruja había cumplido su promesa, y aunque no lo había hecho con intención de ayudarme, en realidad daba igual, porque había llegado hasta ellos de igual forma.
La piel sobre el estómago me dolía como un infierno. Me habían vendado el torso y me costaba moverme, también me habían atendido la mano, y mis dedos olían a eucalipto. A pesar de mi estado, Lily me miraba como si no pudiera darme la prisa suficiente, golpeando la punta de su pie contra el suelo en un gesto para apurarme.
—Creí que eras más dura que esto —bufó.
No me molesté en contestarle, simplemente le gruñí. Yo también pensaba que era más dura que todo aquello, pero la herida era muy grande, y no había tenido acceso a agua en mucho tiempo. Aun así, no estaba dispuesta a admitir mi debilidad ante ella. Por el momento, nuestro desagrado era mutuo.
Antes de que Lily pudiera decir algo más, Pyra cruzó la barrera de sal y entró en la habitación, golpeando su cola frenéticamente contra el suelo. Lily y yo nos miramos, pensando exactamente lo mismo, y ella me tomó del brazo para atravesar la puerta, que se había vuelto líquida con el toque de un cristal. Apenas su mano se cerró sobre mi muñeca, una oleada de chispas subió por mi antebrazo. Se sentía muy similar a las llamas bajo la piel de Eli. Estaba escondiendo algo, pero ¿qué?
Me soltó apenas cruzamos el portal y corrimos tras Pyra, sin preocuparnos de si alguien nos escuchaba o no. A lo lejos, se oía el sonido de una pelea, los gruñidos de Eli y los quejidos de Viana. Ante aquello, aumentamos la velocidad y pronto nos topamos con el conflicto. Los monjes se movían con una sorprendente agilidad, pero Eli era más rápido y los mantenía alejados de ambos. Sobre los miembros de la Garza se elevaban cadenas que parecían tener mente propia, y se lanzaban en picada contra Viana, quien estaba intentando detenerlas sin demasiada suerte. Uno de sus tobillos y muñecas habían sido atrapados, pero ella seguía esquivando las demás con una rapidez de reflejos que no me habría esperado de ella. Nos vieron unos segundos más tarde, cuando ya estábamos bastante cerca. O mejor dicho, nos percibieron, ya que no estaba segura de que sus ojos fueran funcionales. Fuera como fuera, algunos de ellos dejaron la lucha y se lanzaron sobre nosotras. Maldije a los policías por haberme quitado mis cuchillos, y a la Bruja por enviarme en una túnica que me estorbaba para pelear. Me preparé para la embestida de uno de aquellos seres, sabiendo que el dolor me partiría por la mitad, pero el golpe nunca llegó. En cambio, una ola de calor nos tiró a todos al suelo, como una explosión silenciosa pero letal.
—¡LILY! —dejó salir Viana, y solo entonces se me ocurrió mirar en su dirección.
Una figura luminosa rodeaba su cuerpo, que ahora levitaba varios centímetros sobre el suelo. Sus ojos estaban completamente rojos, como los de aquella bruja, y su postura se había encorvado de forma imposible para seguir la anatomía del gran dragón rojo que la contenía. El impacto de su transformación solo duró un par de segundos, ya que inmediatamente la Garza lanzó sus cadenas sobre la criatura y Lily. El dragón rugió tan fuerte que me hizo daño en los oídos, y aquello me espabiló, como pude corrí hasta donde estaba Viana y la ayudé a liberarse de los amarres que le habían hecho, mientras Eli miraba boquiabierto a Lily, sin poder moverse. No lo culpaba, si Viana se hubiera convertido de repente en una criatura mágica, probablemente también me habría tomado por sorpresa. Lo removí por el hombro para sacarlo de su trance justo cuando un monje se lanzaba sobre él. Eli lo tomó por el largo cabello y aprovechando el impulso, lo lanzó contra la pared. Cuando cayó, no volvió a moverse.
—Hay que impedir que la atrapen —urgió. No estaba segura de si se refería a Lily o al dragón, pero no me parecía que ninguno de los dos necesitara nuestra ayuda.
—Debemos arrancarles los cristales —apuró Viana, indicando las distintas joyas que llevaban. Eli y yo no se lo cuestionamos, y los tres arremetimos contra ellos con la intención de tomar los amplificadores lo más rápido posible.
Lily y el dragón seguían intentando liberarse de las cadenas, mientras el cuerpo de ella se contraía de las formas más extrañas, como si tuviera un demonio dentro, además de la criatura que la envolvía por fuera. Una de las cadenas que las sujetaba cayó, y cuando miré hacia el lado me di cuenta de que Viana había logrado arrebatarle unos aretes a un miembro de la Garza, lo que me pareció muy atractivo de su parte. Aparté la mirada solo porque alguien me dio una patada, lanzándome de cara al suelo bajo mis pies. Adolorida, me levanté lo más rápido que mi maltrecho cuerpo lo permitía, y me lancé sobre su cuerpo tomando todo lo que podía a mi paso. Por suerte, mis dedos eran rápidos gracias a toda la práctica que había tenido, y logré hacerme con un collar y dos anillos que dejaron dos dedos fracturados tras de sí. Aquellos monjes se rompían con la facilidad de una pajilla. Sin magia, no eran nada.
Eli, Viana y yo seguimos forcejeando con los monjes mientras las cadenas caían. Pyra nos ayudaba enredándose entre sus pies, haciéndolos perder el equilibrio. El dragón mordía sus propias alas para liberarse de las cadenas, y alguien -no sabía si la criatura o Lily- rugía con furia cada vez que lograba quitarse una de encima.
—¡CUIDADO!
Eli se lanzó frente a nosotros en el momento justo en el que una ráfaga de llamas venía en nuestra dirección. Levantó un cortafuego con sus propias manos para detener su avance, y tomé a Viana para sacarla rápidamente de allí. Ya había peleado demasiado para toda una vida.
—¡Váyanse! —rugieron Lily y el dragón al mismo tiempo.
Yo no necesitaba que me lo dijeran dos veces, pero Eli sí. Viana fue por él más rápido de lo que yo podía, y salimos corriendo justo cuando el dragón soltaba una segunda llamarada tras nosotros.
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Garza de Jade (Las Alas del Reino II)
FantasíaCONTIENE SPOILERS DEL LIBRO I Luego de enterarse de la desaparición de Lily y la Reina Oria, Bo, Elián y Viana parten en su búsqueda inmediatamente. Viajando al sur a través del continente, la princesa comienza a abrir los ojos ante la realidad del...