Casi no reaccioné lo suficientemente rápido para crear el cortafuegos. Si puedo ser honesto, tampoco estaba teniendo mucho éxito quitándoles los cristales a aquellos monjes blancos, puesto que mi concentración estaba principalmente enfocada en una sola cosa: Lily.
No solo se trataba del choque que significaba haberla visto luego de meses, cuando todo tipo de ideas, desde su extravío total e irreconciliable hasta su muerte, se me habían pasado por la cabeza. No, sino que también ahora parecía ser un dragón. O, mejor dicho, su recipiente, tal y cómo se lo prometieron en la amenaza que habían escrito sobre su colchón. Cuando me vio, hizo una expresión imposible de descifrar, pero no me pareció que estuviera muy feliz de verme. Ya había hablado de eso con Viana, y sabía muy bien lo que podía pasar, pero eso no quería decir que estuviera listo para afrontar su rechazo justo después de habérmela encontrado luego de tanto tiempo.
Al llegar a lo que parecía ser el vestíbulo, Viana comenzó a sacar joyas de sus bolsillos, probándolas todas contra la pared, esperando que alguna hiciera su magia. Tras nosotros, se escuchó un rugido cargado de dolor, y Bo tuvo que sujetarme para que no volviera corriendo con Lily. Por fin, la puerta se volvió líquida y Viana nos sacó a trompicones del lugar. Nos encontrábamos bajo tierra, en una especie de caverna, pero no tenía tiempo para detenerme a ver el paisaje. Le quité a Viana el cristal de la mano y me adentré otra vez a nuestra prisión, confiando en que ella y Bo podrían arreglárselas sin nosotros por un momento.
Cuando llegué a la habitación, el dragón había desaparecido, y los monjes estaban rodeados de un anillo de fuego que se apagaba demasiado rápido para mi gusto, pero no había ni rastro de Lily.
—Ayúdame —dijo, apareciendo desde una esquina—. Mantén el fuego vivo.
—¡¿A dónde vas?!
—¡Solo hazlo!
Obedecí. Lily salió corriendo en la dirección contraria a la que debíamos ir, pero no tuve oportunidad de detenerla. Aquellas personas de blanco parecían tener todavía algún tipo de magia sin los cristales, y el fuego que creaba se extinguía con asombrosa rapidez, por lo que debía estar constantemente renovándolo. De a poco, fui haciendo el anillo más pequeño, y encendí un segundo y un tercero, hasta que había tanto fuego en la habitación que apenas podía ver. Uno de ellos caminó a través del fuego, lo hacía con tanta naturalidad como yo lo habría hecho, y supe que traería problemas. Encendí toda la habitación entonces, seguro de que Lily podría atravesarla, en un intento de mantener a los monjes atrapados, pero aquel que se había escapado estaba cada vez más cerca, y se lanzó contra mí. Comenzamos a forcejear. Yo era mucho más fuerte, pero su objetivo no era vencerme, sino distraerme para que sus compañeros pudieran lidiar con el fuego. A cada golpe que intentaba darme, cada vez que lo esquivaba, una llama se apagaba, luego otra y otra, hasta que tenía que volver a encender todo. Estaba exhausto. Era más fuego del que había producido nunca, y yo no tenía a Pyra para ayudarme a mantenerlo vivo pues se había ido con las chicas.
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Garza de Jade (Las Alas del Reino II)
FantasíaCONTIENE SPOILERS DEL LIBRO I Luego de enterarse de la desaparición de Lily y la Reina Oria, Bo, Elián y Viana parten en su búsqueda inmediatamente. Viajando al sur a través del continente, la princesa comienza a abrir los ojos ante la realidad del...